Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
Un misterioso sol amanecía.

José Hierro

jueves, 26 de abril de 2012

Indios y vaqueros


Recuerdo la primera vez que vi una de vaqueros, fue Raíces profundas de George Stevens, en la televisión claro, un sábado por la tarde. Cuando los que ahora frisamos los cuarenta tacos éramos críos, los sábados por la tarde veíamos lo que echaban, Jackie y Nuca o Mazinger z y después en Primera sesión en la primera cadena, a eso de las cuatro, una de vaqueros. A mi casa la tele en color llegó tarde, mi padre era de la mentalidad de antes, las cosas se cambian cuando se rompen, y aquella Grundig en blanco y negro era dura de cojones. Así que la primera vez que vi Raíces profundas, Robin de los bosques, o El Halcón y la flecha, las vi en blanco negro, mi padre para consolar nos decía que todas las películas antiguas eran en blanco y negro, y yo me lo creí claro. El chasco me lo llevé cuando fui a pasar el sábado a casa de un amigo que acababa de estrenar tele, y descubrí que Raíces profundas era en color, aquello fue como abrir un álbum de cromos, una maravilla, el technicolor es lo que tiene. Entonces empecé con el sabotaje, me dedicaba a encenderla y apagarla apretando y soltando el botón muy rápido, pero nada, aquel trasto estaba bien pensado y hecho para durar, así que estuve condenado al blanco y negro unos añitos más. Cuando llegó la tele en color con mando aquello fue el no va más, luego vino la revolución con la llegada del vídeo, fue como entrar en la cuarta dimensión, pura ciencia ficción, estábamos flipando, como los simios de 2001 en una odisea en el espacio cuando encuentran el monolito, lo mismo. Creo que el hecho de que siempre vaya un paso por detrás en esto de las nuevas tecnologías tiene mucho que ver con esto que cuento.
Con el western pasa como con el Cine negro, la mayoría de las veces sabes lo que va a pasar desde el primer fotograma, pero da igual, lo importante es el cómo el cuándo el dónde y el por qué, en el western lo importante es el dónde, porque en las del oeste el paisaje, el territorio por explorar, la última frontera es el protagonista principal. Luego tenemos la caravana de colonos, el vadeo de un río, la diligencia desbocada acosada por los indios, el pistolero errante, la fiebre del oro, el Séptimo de caballería, los ganaderos en conflicto con los granjeros, la llegada del ferrocarril y la ciudad sin ley. El hombre en tierra salvaje, eso da mucho juego.
Las del oeste cuentan la historia de la formación y el desarrollo de los EEUU durante el siglo XIX, centrándose en la exploración y conquista de los territorios occidentales, la primera frontera fueron los Apalaches, y de ahí hasta Oregón o California, la cosa duró más o menos un siglo de 1803 a 1905. El Western cuenta la historia a su manera claro, con conservantes, colorantes y potenciadores del sabor, con su mitología, su folclore, su ingenuidad, su ausencia de rigor histórico, y el escamoteo de los episodios más lamentables, como las matanzas de indios o el impacto ecológico, en las del oeste, la épica y la leyenda superan a la realidad en la mayoría de las ocasiones, sobre todo en la primera etapa del género. Moraleja, la historia se estudia en los libros y en los documentales, al cine se va soñar, a desconectar de la realidad, a vivir otras vidas.
 
Centauros del desierto (The Seachers). John Ford. 1956
 
La historia del cine del oeste es corta pero ancha. Lo que empezó como la exaltación pura y dura fue evolucionando hacia temas más comprometidos y trascendentales, la cuestión india, el racismo, el poder, la venganza, y la redención, insistiendo especialmente en la psicología de los personajes y dotándoles de mayor fuerza, de la exaltación a la reflexión, así desde 1903 con Asalto y robo de un tren de Edwin S. Porter hasta 1992 con Sin perdón de Clint Eastwood. Algunos piensan que el western clásico está muerto desde que en 1969 apareció Easy Rider, Easy Rider es un western pero con motos en lugar de caballos, y los que las montaban no eran vaqueros o pistoleros, si no hippies, y no iban en busca de nuevas tierras, si no de la libertad y de los paraísos artificiales. Menudo fiestón que se pegan los chavales en Nueva Orleans.
A finales de los sesenta empezó la desmitificación, el western crepuscular recreaba el final de una época, los tiempos cambian, llegan las leyes y el ferrocarril a las ciudades donde antes sólo se llegaba a caballo, los pistoleros a sueldo y los bandoleros que antes campaban a sus anchas ahora son perseguidos y no encuentran su lugar, pero no se resignan, un tiempo que termina, y otro que llega, Grupo Salvaje y Pat Garret y Billy de Kid de Sam Peckinpah indagan en esto y son de lo mejorcito de esta época, también Clint Eastwood daba guerra con Infierno de cobardes y El fuera de la ley, pero poco más, la cosa estaba muy malita para las del oeste, las policiacas y las de acción se llevaron el gato al agua. El spaguetti merece artículo aparte, lo mejor la Trilogía del dólar de Sergio Leone. Luego en los ochenta hubo sorpresas puntuales como El jinete pálido de Clint Eastwood, y Silverado de Lawrence Kasdan.
A principios de los noventa la cosa se vino arriba con Bailando con lobos de Kevin Costern y Sin perdón de Clint Eastwood, lo de Sin perdón fue una locura, a los críticos se les hizo el culo pepsicola, la flor y nata de la intelectualidad se derritió con esta película, la crema de la crítica convirtió a Sin perdón en una película de culto en cuestión de meses. Lo curioso es que eran los mismos esnobs que siempre habían mirado por encima del hombro a Clint Eastwood y a las películas del oeste, los mismos que habían, ninguneado a El jinete pálido y Al fuera de la ley (ya está el abuelo cebolleta de Clint mascando la chapa con el oeste) las dos a la altura de la laureada. Sin perdón es una película sobre la violencia y sobre la redención, es un pedazo de western pero a la vez es el anti western, es de las que no se pueden contar porque no sale, hay que verla, la escena final es el Corazón de las tinieblas de Conrad.
Después de eso Open Range de Kevin Costner, Valor de ley de los hermanos Cohen y poca cosa más he visto, se aceptan recomendaciones. Valor de ley es un remake de un western de Henry Hathaway protagonizado por John Wayne en 1969, al que ese año por fin le dieron el óscar. La de los Cohen es un peliculón, no le falta de nada, y tiene una banda sonora espectacular, pero yo por respeto a John Wayne me quedo con la del 69.
Lo de mis favoritos va por días, (mis favoritas de las que he visto) unos días es Raíces Profundas y otro es Johny Guitar, uno de los pocos westerns, si no el único protagonizado por mujeres, y a la semana siguiente, Horizontes lejanos, Pasión de los fuertes, o Pat Garret y Billy de Kid, o Grupo salvaje, o Sin perdón, o Estación comanche, hoy es Centauros del desierto. Los grandes directores; John Ford, Anthony Mann, Howard Hawks, Sam Peckinpah, Sergio Leone, Bud Boetticher y alguno más que seguro me queda por descubrir, lo de Bud Boetticher tiene más mérito, porque era director b, y hacía películas por cuatro duros en tres semanas, y encima eran buenas buenas.
Ayer volví a ver Centauros del desierto de John Ford, pero no en casa en la tele de 40 con las persianas bajadas, no, la vi en la Filmoteca, en el pantallote, en la fila 2 de la sala 1. Era la sesión de las diez, pensé que habría cuatro frikis gafapastas y conmigo cinco, pues no, la sala se llenó, había mucha gente joven, chavales de veinte años, silencio total durante las dos horas de película, ni un murmullo, ni un crunchi crunchi palomitas. Todavía estoy allí con Ethan en Monument Valley.

jueves, 19 de abril de 2012

Haciendo los deberes


Siempre que estoy en la capital y voy a la Casa del libro, acabo sintiéndome como un paleto integral, como Paco Martínez Soria en La ciudad no es para mí, con la boina enroscada hasta las cejas, y la jaula con las gallinas, igual. Aquellos es un carajal de libros, todo muy ordenadito y muy limpio sí, con sus flechas, sus cartelitos, sus plantas y su ascensor, pero un carajal. Jamás he conseguido encontrar sin ayuda el libro que buscaba, intento ser autosuficiente, pero nada, no hay manera, como el que tiene tos, lo mismo. Lo bueno es que hay gente muy profesional allí, y me solucionan la papeleta. He reflexionado sobre esto y otras cosas parecidas que me pasan, perderme y no encontrar lo que busco, y otras que no vienen al caso, y he llegado a la conclusión de que la culpa es de mi caraja permanente, de mi capacidad para perder el contacto y subirme a la parra.
 
La última vez iba con receta…, vengo buscando novela norteamericana de la grande, pero de la de ahora, ya, usted se refiere a David Foster Wallace, Philip Roth, Jonathan Franzen y compañía no, sí, de las que recomienda el Qué leer, los suplementos culturales, y la gente que sabe, cuántas quiere, ponme cuarto y mitad, se lo pongo para tomar o para llevar, mejor para tomar.
Llevaban tiempo recomendándome a Philip Roth, Cormac Maccarthy, Jonathan Franzen y demás, están dando mucho la matraca últimamente con la gran novela norteamericana, incluso rizando el rizo se habla de la nueva gran novela norteamericana. Cada dos o tres años se descuelgan con una, ya ha llegado, esta sí, la definitiva, la gran novela norteamericana, la que refleja los ideales y el modo de vida estadounidense y todo eso. Este fenómeno no es nuevo en EEUU, ya en su día hablaban de Moby Dick de Melville como la gran novela norteamericana, luego del Guardián entre el centeno de Salinger, o de Lo que el viento se llevó o de A sangre fría de Truman Capote, por lo visto era el propio Truman Capote el que lo decía, que la suya era la grande, la definitiva, no tenía abuela el tío.
 
Hay una especie de obsesión entre los escritores norteamericanos por conseguir escribir la gran obra, la gran novela, gorda a ser posible, al estilo del siglo XIX, aunque a lo mejor la obsesión es la de los que venden los libros que escriben los escritores, para entendernos, de los que hacen el marketing y nos ayudan a comprarnos las cosas. Luego vienen los que saben y empiezan con lo de esto es lo que hay que leer, esto es lo saludable para que tus neuronas no tengan colesterol y estén en buena forma. Suele dar un poco de pereza leer lo que te recomiendan, especialmente cuando se ponen plastas, pero al final uno acaba picando. Los clásicos están ahí, son fieles, y nobles, no te van a dejar porque les pongas un poco los cuernos con las más jóvenes. Así que llevo una buena temporada haciendo los deberes, y la verdad es que estoy encantado, Philip Roth es un figura, hay que reconocerlo, de lo mejorcito que he leído últimamente,  empecé con la Trilogía americana, (Pastoral americana, Me casé con un comunista y La mancha humana), y una maravilla las tres, un paseo por la realidad norteamericana desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta los años noventa narrado por Nathan Zuckerman, el personaje central de las tres novelas, y que no es otro que el propio Philip Roth, a esto en la contraportada lo llaman su alter ego y quedan de puta madre. En las novelas de Philip Roth, los personajes ven cumplido el sueño americano, pero el sueño pronto se convierte en la dura realidad, en la vida perra, porque la América idílica por la que habían peleado sus padres y sus abuelos, la del el hombre hecho a sí mismo, la de las oportunidades, la de América para los americanos, se viene abajo en el contexto de la Segunda Guerra Mundial el maccartismo y la Guerra del Vietnam.
 
Después seguí con La Conjura contra América, que es brutal, es una ficción, Philip Roth nos presenta una historia alternativa en la que un héroe americano de la aviación simpatizante de los nazis es elegido presidente en las elecciones de 1940, así comienza una política de pactos con Hitler que acaba en la persecución de los judíos norteamericanos, suena rocambolesco sí, pero Philip Roth lo hace tan bien que hace que nos parezca perfectamente posible. Estoy a punto de terminar Némesis, su última novela, y muy bien, este tío de momento no defrauda.
Otra que he leído hace poco es la venerada Libertad, de Jonathan Franzen, y la verdad es que es un fiestón, de las de hundirte en el sillón con la lámpara de pie y tirarte cinco horas sin levantar cabeza, si encima fuera llueve y hace un frío de pelotas ahí tenemos la felicidad con la que tanto se estrujan las meninges los filósofos. Libertad es la historia de una familia a lo largo de tres generaciones, si leemos la trilogía de Roth y ésta, tenemos una buena cronología novelada sobre la vida norteamericana desde la segunda guerra mundial hasta nuestros días. Aquí se habla de otras guerras, la de Irak y la de Afganistán, sobre el 11 de septiembre, sobre la facilidad que tienen los gobiernos para tomar a los ciudadanos por gilipollas, y de la libertad claro, otro berenjenal filosófico, pero aquí nos hablan de la libertad en sentido político, la que nos dejan tener los de arriba, los que mandan, el estado, la libertad individual eso que obsesiona tanto a los americanos. El libro plantea otra cuestión muy interesante, el tema de la superpoblación, un tema tabú para los políticos. La verdad es que Jonathan Franzen se despacha agusto, hace una buena revisión política y deja muy clara su postura sobre los temas que trata, y hace bien. También le he dado bastante a Cormac Maccarthy, las novelas de Cormac Macarthy se centran principalmente en la América rural, la América profunda, he disfrutado mucho con la Trilogía de la Frontera.
 
Como veis estoy haciendo los deberes, estoy leyendo lo que nos dicen que hay que leer, y encima me gusta. Seguiré dándole a la novela norteamericana, a ver si sale la grande, la definitiva, aunque eso de la definitiva va ser una quimera me parece a mí, y me da en la nariz que va a ser más una cosa de los que venden los libros que de quienes los escriben. Lo importante es escribir buenos libros, buena literatura, y los de Philip Roth, Cormac Maccarthy y Jonathan Franzen, que son los que he leído a mi juicio lo son, lo de las etiquetas mejor dejarlo para dentro de cincuenta años a ver qué pasa. Tiene bemoles que se califique ya a Libertad como la obra maestra de la literatura del siglo XXI, la novela definitiva de la literatura norteamericana, la Guerra y Paz de nuestro siglo, la gran novela norteamericana por fin, cuando apenas lleva un año publicada, lo curioso es que dijeron lo mismo de Correcciones su anterior novela ¿en qué quedamos?.
 
Lo dicho, seguiré dándole a la novela norteamericana y a lo que haga falta, pero sin perder de vista a los clásicos, Cervantes, Pérez Galdós, la Pardo Bazán, Clarín, Dickens, Víctor Hugo y Tolstói entre otros, esos sí que escribieron grandes novelas, y en eso no hay discrepancias. También seguiré leyendo a Antonio Machado, faltaría más. Tampoco perderé de vista a los que pasan más desapercibidos como Fernando Aramburu, tengo ganas de leer su última novela Años lentos, Los peces de la amargura me gustó mucho. Bueno, os dejo que se me está poniendo un muro en la cabeza con tanto libro, además empieza Fraiser que me tiene enganchado, la están reponiendo en la dos, y me parto la caja, el otro día mientras me descojonaba me atraganté con huevo duro y empecé a ponerme azul, estuve a punto de llamar al 112, al final salió.
 
Saludos cordiales.


viernes, 13 de abril de 2012

El sombrero la pistola y la mujer fatal.


Todo  empezó hace  un par de días cuando vi Atraco al furgón blindado, una joya del Cine negro de serie b de 67 minutos. Es increíble lo que se hacía en 1950 con cuatro perras,  ésta le lame la oreja a Oceans eleven todos los días de la semana, no hay guapos, ni efectos especiales, ni color, pero está el ingenio de la poca pasta, la agudeza del hambre, y la imaginación del esto es lo que hay  toma cuatro duros y haz una peli que sea buena, ¡ah!  y date prisa. Resulta curioso que muchas de las grandes películas de la historia del cine sean películas de bajo  presupuesto rodadas  entre 1930 y 1960, sobre todo en los géneros del Cine negro, el Western y la Ciencia ficción.
Después de Asalto al furgón blindado, me puse Perdición, y ya que el día siguiente lo tenía libre seguí con Forajidos, Laura, Rififí, Atraco perfecto ,Los sobornados, La jungla de asfalto y Más dura será la caída. Para entendernos, he entrado en un bucle del que no puedo salir, he perdido el contacto con la realidad, cuando llegue mi novia  me habrá crecido la barba, el sombrero y la gabardina, le abriré la puerta con un cigarro en la boca, y un vaso de whisky en la mano. La casa estará en penumbra, con la poca luz que se filtre a través de las persianas y con humo de tabaco flotando en el aire.  El Cine negro es lo que tiene, que es negro, y eso nos gusta, nos llama la atención, incluso nos da cierta envidia, ya sabéis, el margen de la ley, el arrabal, la supervivencia, el crimen, el atraco, el gangster, el detective privado, y  la mujer fatal claro…, la rubia  de piernas largas por la que hasta el tipo más duro y más malo pierde el culo, la pasta e incluso la vida.


Esto de los géneros es un berenjenal, ni los que saben, ponen nombres y escriben los libros se aclaran. Para orientar un poco dicen que la cosa la empezó John Huston en 1941 con el Halcón Maltés, que fue la que creó el estereotipo del detective privado con sombrero,  gabardina y cigarro en la boca, el tipo duro, amoral, desarraigado, cínico, seco y cortante que habla consigo  mismo. Qué bien fumaba Bogart, acojonante, y cómo encendía las cerillas el tío, mira que lo he intentado y no hay manera, lo de las cerillas digo, bueno y lo de fumar también, pero no me sale, yo creo que me falta carácter.
Al cine negro lo parieron las novelas de detectives, crímenes y sucesos, El Halcón Maltes y muchas otras están basadas en esta literatura, luego llegó uno de los que ponen nombres y dijo filmnoir, y ya está, el Cine negro. Lo que en principio fueron películas de detectives, luego fue cine policíaco o cine de gangsters. Los géneros se mezclaban, pero todas las películas  se desarrollaban  en el mismo contexto, la gran ciudad, la prohibición, la gran depresión  y la Segunda Guerra Mundial, terreno abonado para los “malos” y los perdedores que se abren camino encima del ring o haciendo de machacas del capo de turno. Todas tienen elementos en común, la voz en off, el flashback, el claro oscuro, las sombras, el tenebrismo (lo llaman “Iluminación influenciada por el expresionismo alemán”), el asfalto mojado, la niebla, la noche, y todo lo demás. Todo esto protagonizado por el detective, que podía ser privado, de la policía o de una compañía de seguros, o el gangster, y la mujer fatal como no , el rubión de largas piernas con medias de rejilla, la cabaretera, la mujer del jefe, la mantis religiosa, la ruina del protagonista, su perdición. A veces la mujer fatal tiene pinta de mosquita muerta, mirada inocente y cara de no haber roto un plato, esas suelen ser las peores, que se lo digan a Robert Mitchun en Cara de ángel. Una de las cosas que más me gustan del Cine negro es la voz en off, esto de hablar con uno mismo es muy humano, yo también hablo mucho conmigo mismo, pero yo lo hago en voz alta, en on, tengo mucho que decirme, ya sabéis lo que decía Machado “quien habla sólo espera hablar a Dios un día”, quién sabe.
Los puristas dicen que el Cine negro termina en 1958 con Sed de mal de Orson Wells, Sed de mal tiene el mejor arranque que he visto en una película, un plano secuencia de cuatro minutos brutal, de los que se estudian en las escuelas de cine, iros a youtube y poner Sed de mal plano secuencia, vais a flipar. La llegada del color mató en parte al cine negro clásico, hay varias que están muy bien, Adiós Muñeca es de los setenta y es un peliculón, también  Chinatwon, las dos muy fieles al canon de los cuarenta y los cincuenta, pero ya no es lo mismo, las sombras ya no son tan sombras, ni el humo tan humo, la policromía es lo que tiene, yo las veo más como homenajes al cine negro, son muy buenas pero se nota ese aire impostado y teatral, esa recreación.  Posiblemente los puristas tengan razón y el Cine negro clásico terminó con el blanco y negro. Con el color se siguieron haciendo películas  policíacas y de gangsters, “A quemarropa”, “Bonnie and clyde” y “Harry el sucio” entre otras, en éstas ya la sangre se veía claramente,  hasta entonces el disparo y el muerto no se mostraban en el mismo plano, ahora los muertos empezaban a caer en la misma toma y los tiroteos eran salvajes. Y la saga de El Padrino, la mejor película que se ha hecho sobre la mafia. Luego están las más recientes, los que ponen nombres  no se estrujaron mucho las meninges y las llaman películas neo negras, ya sabéis las de los Cohen y Tarantino. Los Cohen debutaron con un peliculón tan negro tan negro que casi no se nota el color Sangre fácil. Reservoirdogs y Pulp Ficcion también son películas muy fieles a los clásicos del Cine negro, innovan y rompen moldes claro, pero no son muy diferentes a las de atracos  o gangsters de antes. Muerte Entre las Flores es una obra maestra, los Cohen son unos figuras haciendo cine de género, hacen una de gangsters y la bordan, hacen una comedia y la bordan, El gran Lebowsky es genial, y hacen un western y lo bordan.  Libros sobre Cine negro hay muchos, el último que he leído ha sido El Cine negro de Víctor Arribas, y está muy bien, además tiene unas fotos muy chulas. Ahora mientras escribo esto tengo puesta en mi tele grande  La senda tenebrosa, cuando termine encenderé las luces subiré las persianas y ventilaré un poco, luego pondré las noticias y conectaré con la realidad, con ésta digo, ya sabéis, con la del paro, la crisis, los recortes, los políticos corruptos, la prima de riesgo, y la madre que los parió a todos.
Saludos cordiales

domingo, 8 de abril de 2012

El estado de naturaleza


Pues esto del estado de naturaleza es un concepto filosófico, a ver como lo explico sin redundar, esto de la redundancia es lo que solemos hacer cuando no tenemos ni idea de algo e intentamos explicarlo, esto pasa mucho con la filosofía, por lo menos a mí, me pasa  ahora y cuando la estudiaba, lo cómodo sería decir que el estado de naturaleza del hombre es cuando el hombre se encuentra en su estado natural y fumarme un puro, el que quiera profundizar que se vaya a la enciclopedia Abbagnano que es lo que he hecho yo para refrescar, porque al fin y al cabo esto es una excusa para hablar de libros y películas, que es de lo que se trata. Pero ya que estudié Humanidades que por lo menos se note un poco, además tuve profesores de filosofía muy buenos en la carrera, Stella Villarmea  y Paco Castilla entre otros. Yo empecé la carrera tarde, con veintiséis, y no sé por qué tenía muy idealizada la universidad y más una facultad de filosofía y letras. Yo pensaba en pasillos llenos de gente hablando de libros muy gordos y  cosas muy sesudas como el existencialismo francés , la filosofía medieval, el positivismo,  el atomismo lógico  o el malestar en la cultura;  pues ayer me apreté de un tirón Las Confesiones de San Agustín, vengo de empalmada  pero mereció la pena, un puntazo el de Hipona, cuando quieras te lo paso, vale cuando termine con el Tractatus logico-philosophicus que está la mar de entretenido, Wittgenstein sabe lo que se hace  me tiene cogido por los huevos…, cosas así. Pero nada de nada, allí cada uno iba a lo suyo, sin embargo tuve suerte, di con una buena promoción, gente estupenda, y con muy buenos profesores, también los había malos, pero de esos no quiero acordarme.
Ya me estoy yendo otra vez, yo quería despachar pronto el marrón del estado de naturaleza y empezar con los libros y las pelis, así que allá voy, aunque seguro que ya os lo sabéis, se os ve gente culta y leída. Por lo visto el estado de naturaleza es la situación en la que nos encontraríamos ante la ausencia del estado y de la sociedad política, sin leyes, sin gobierno y sin policía, viva la Pepa vamos, Sodoma y Gomorra, desmadre a la americana. La cuestión es cómo nos comportaríamos ante esa situación,  cuál sería realmente ese estado natural.  Algunos como Rousseau  pensaban que el hombre es bueno por naturaleza, Locke venía a decir que tranquilos, que no cunda el pánico, que está la ley moral natural que la condición de hombres con uso de razón nos otorga, habría mucho hijoputa suelto claro, pero la cosa estaría equilibrada, la ley natural, y  la razón humana impondrían unos límites.  Hobbes pensaba que en el estado de naturaleza abundarían los cabrones de la peor calaña y estaríamos en estado de guerra permanente, no los buenos por un lado y los malos por otro no, todos contra todos, la cosa según Hobbes sería así; “(…) habrá miedo continuo y peligro de muerte violenta. La vida del hombre será solitaria, pobre, repugnante brutal y corta.
Todos estaban más o menos de acuerdo en la necesidad de una sociedad política para subsanar ese estado de naturaleza en el que imperaría el caos en mayor o menor medida, la discrepancia estaba en cuál sería el estado ideal y de qué manera se formaría, si de forma natural o por imposición.  Esto es muy a grandes rasgos, más o menos, muy de andar por casa, mi capacidad de síntesis no da para más, ahí tenéis a la Abbagnano.
 
 
Esto  del estado de naturaleza da mucho juego en la literatura y en el cine. Hace poco he leído La carretera y Meridiano de sangre del Norteamericano  Cormac Mccarthy, dicen los que saben que Cormac Mccarthy es el nuevo Faulkner y uno de los mejores escritores que ha dado el siglo XX, pues vale.  Mientras estaba leyendo La Carretera me venía a la memoria el estado de naturaleza que Hobbes describía en su Leviatán y las explicaciones de Paco Castilla en sus clases de Filosofía. La Carretera (hay una adaptación al cine protagonizada por Viggo Mortensen que está muy bien) es una novela futurista, pero muy realista, no es ciencia ficción. 
El contexto al que nos lleva  Mccarthy es el apocalipsis, el fin del mundo, a tomar por saco, todo ha terminado, ni gobierno, ni estado, ni policía, ni recursos, nada, dos supervivientes, un padre y su hijo vagan por las carreteras en busca de comida y agua, ante la escasez de comida muchos recurren al canibalismo, matan y se comen a los que se encuentran, todos se esconden de todos, sobre todo de los más salvajes que son los que más abundan , los que se han pasado la ley moral natural o lo que sea por el forro y no dudan en robar, violar, matar y comerse a los que hace unos meses eran sus compatriotas y sus vecinos. El protagonista intenta convencer a su hijo de que ellos son “de los buenos”, de que ellos jamás harán cosas así pero se mueren de hambre y para sobrevivir tienen que matar. De eso habla este libro, del bien y del mal, de Dios, de la vida, de la muerte y de la maldad, esa maldad que puede estar latente en nosotros y manifestarse en determinadas circunstancias, de todo eso y de otras cosas. 
 En La carretera al menos hay cierta esperanza, una lucecilla al final del túnel, sin embargo Meridiano de Sangre te deja ko, es de los que tienes que parar cada treinta páginas para coger aire, hacía tiempo que no me pasaba eso con un libro, me ha dejado inquieto y llevo dos semanas pensando en él. El libro es críptico, duro, violento, brutal y hasta gore en ciertos momentos, pero a la vez está lleno de belleza. El paisaje es un personaje más, si no el personaje principal en el que se diluyen todos. Una banda de tíos muy malos es contratada  por el gobernador de Chihuahua para acabar con las tribus apaches que abundan en el país. La banda empieza por cumplir su misión con los apaches y después continúa matando a los mismos mejicanos que los contrataron, huir y matar, de eso va este libro.
El estado de naturaleza es una constante en los libros de Cormac Mccarthy, al menos los que he leído, y nunca lo he visto expresado tan claramente como en Meridiano de Sangre, o en La carretera. El hombre ante la ausencia del estado, las leyes y policía, es el mal. En Meridiano de Sangre el contexto es el oeste americano de 1849, la frontera entre EEUU y México, no hay ley, no hay moral, no hay bondad, sólo ambición y dinero al principio, y luego el puro placer de matar. Lo más inquietante es que Macarthy entre líneas nos dice que estos hombres antes de ser asesinos de indios era gente “normal”, gente que había emigrado primero a EEUU, al este, y luego habían seguido hacía el Oeste, hacia la última frontera en busca de oportunidades, en busca de una vida mejor. Los personajes de este libro parecen haber sufrido una involución, de un mundo civilizado han pasado a un mundo salvaje y brutal en  el que la violencia es el rey. Hay una frase que dice así “cuando Dios creó al hombre el diablo estaba a su lado”.  Después de leer Meridiano de Sangre o La carretera, es difícil no pensar en el Corazón de las tinieblas de Joseph Conrad y en la adaptación al cine que hizo Coppola, Apocalypse Now, la mejor película sobre la guerra del Vietnam que se ha rodado jamás, y probablemente la mejor película bélica. Conrad nos habla de un viaje, un viaje hacia la locura y hacia la maldad, hacia el corazón de las tinieblas, donde ya no se sabe si el hombre es hombre o bestia. En Meridiano de sangre, o en La Carretera los personajes ya están allí, ya han llegado, ya están en el estado de naturaleza, en la guerra de todos contra todos. No sé si estoy con Rousseau, con Locke o con Hobbes, no sé si somos más malos que buenos o más buenos que malos, Cormac Mcarthy me ha hecho reflexionar y estoy hecho un lío, menudo berenjenal.
Ahora para desengrasar estoy releyendo El Quijote, pero no cualquier edición no, la de Martín Riquer con ilustraciones de Mingote que Inma me regaló estas navidades. Es mi pequeño homenaje.

Saludos cordiales.

domingo, 1 de abril de 2012

El Gran Libro, las torrijas y una de romanos.


El primer libro que tuve fue una Biblia para niños en tres tomos y con ilustraciones que mi padre me regaló dos años antes de hacer la primera comunión. Yo creo que éste fue el libro que me aficionó a leer libros. Aquella Biblia ilustrada a todo color era una maravilla, la devoré en pocos días y me encantó, sobre todo el antiguo testamento; la creación, Adán y Eva en el paraíso, el árbol del conocimiento del bien y del mal, Caín y Abel…”¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?”, me encantaba esa frase (qué mala es la envidia), el arca de Noé, el Sacrificio de Isaac. Yo creo que el recurso cinematográfico del salvamento en el último minuto que Griffith utilizó por primera vez  en El nacimiento de una nación, tiene su origen en el relato bíblico del sacrificio de Isaac. Ilustrado a todo color en mí Biblia infantil aparecía Abraham empuñando un cuchillo y a punto de descargar su brazo sobre su hijo tumbado sobre un montón de leña, un ángel enviado por Dios le sujeta en el último momento, Isaac se salva y la fe de Abraham queda demostrada. Y claro, la historia de Moisés liberando a los judíos y huyendo del ejército egipcio abriendo las aguas del Mar Rojo, aventuras, persecuciones, batallas, qué más podía pedir un niño de ocho años, y encima con ilustraciones a todo color, una joya.
Había dos frases que me gustaron desde que las leí, la ya mencionada “¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?” y “no sólo de pan vive el hombre”. Cuando mi madre me decía, niño cómete el pan, yo contestaba “no sólo de pan vive el hombre” y cuando me pedía que fuera a buscar a mi hermano para cenar decía, “¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?”, a mi padre no le hacía ninguna gracia mi gracia y resolvió el asunto como padre preconstitucional que era, a la antigua, dándome un sopapo.  

Creo que en la Biblia están ya todos los géneros literarios y que independientemente de su carácter religioso y de la fe de cada uno a la hora de leerla es un libro fundamental para entender la cultura occidental, o la cultura judeo cristiana o como se llame ahora lo que hemos mamado durante siglos. Aunque no soy creyente, no me avergüenza confesar que leo la Biblia a menudo, bueno un poco sí, para que me voy a engañar. Como cuando fui a la librería Diógenes a comprar la nueva Biblia publicada  por la Conferencia Episcopal  editada por la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos), el año pasado fue, por estas fechas, iba acojonado, como cuando ibas a la farmacia con trece años a comprar condones para ponerlos a secar en la cartera de velcro, o al estanco a por cigarros sueltos, son para un amigo, o, para mi padre, y el farmacéutico, o la estanquera te miraba y te decía, ya, pues lo mismo, el librero me miró y me dijo, ya, cuarenta eurazos. Ya me da igual, he superado la vergüenza, es más, a la trillada pregunta de qué libro te llevarías a una isla desierta yo siempre digo que donde cabe uno caben dos, así que El Quijote, y la Biblia, con un par.

Ahora que viene la Semana Santa las televisiones pondrán películas de romanos, aunque cada vez lo hacen menos. Dentro del género de romanos solemos meter también las religiosas, no todas las de romanos son religiosas, y no todas las religiosas son de romanos, me explico, Espartaco es de romanos, pero no es religiosa, Los Diez Mandamientos es religiosa, pero no es de romanos, algunas tocan ambos géneros, es el caso de Ben Hur, y Quo Vadis, Quo Vadis es la de romanos por excelencia, cuadrigas a toda velocidad chocando rueda contra rueda, banquetes, leones merendándose a cristianos, Roma en llamas, y Peter Ustinov haciendo de Nerón, no se puede pedir más. Entre las religiosas que se centran en la vida de Jesús de Nazaret mi preferida es El Evangelio según San Mateo de Pier Paolo Pasolini, su extrema sencillez la aleja de las de su género, aquí no hay color, ni pompa ni grandes decorados, la escena inicial, la de la anunciación, es perfecta. Esta película produjo grandes controversias con El Vaticano cuando se estrenó, posiblemente la razón sea que  el retrato que Pasolini hace de  Jesús de Nazaret es el de un simple carpintero, un hombre más, un vecino del pueblo. Una de romanos que me gusta mucho es Julio César de Mankiewicz, también peculiar esta, en blanco y negro, rodada en interiores y decorados muy cantosos, es un adaptación de la obra de Shakespeare y eso se nota en los diálogos y en el aire teatral de la película, muy buena, además Marlon Brando se sale, quien quiera saber qué pasó con Julio Cesar que la vea.

Ahora que llega la Semana Santa, leeré la Biblia, sin fe, pero con el entusiasmo y el interés de siempre, me tragaré Quo Vadis, Los Diez Mandamientos y El Evangelio según San Mateo de Pasolini, y comeré Potaje de Vigilia (a mi novia le sale cojonudo) y torrijas, como mandan los cánones y las buenas costumbres.

Saludos cordiales.