Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
Un misterioso sol amanecía.

José Hierro

Mostrando entradas con la etiqueta Literatura. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Literatura. Mostrar todas las entradas

martes, 26 de abril de 2022

Sonríe o muere, la trampa del pensamiento positivo. Barbara Ehrenreich.

  

Recibo un vídeo en un grupo de wasap de un tío con pinta de vendedor de churros soltando basura motivacional en una conferencia de empresa ante un público entregado. El contenido de la charla mezcla filosofía de barra de bar con las sentencias típicas proclamadas por los gurús del ramo: sonríe siempre, no te quejes,  tu destino está en tus manos, todo es una cuestión de actitud, si tienes problemas es por tu actitud negativa, tú eres el único responsable de tu éxito o tu desgracia, si deseas algo con mucha fuerza lo conseguirás, las circunstancias no importan, si eres positivo conseguirás cualquier objetivo que te propongas, etc. Todo esto aliñado con un humor bastante casposo y machista. El tipo (un empresario de éxito metido a coach) como si fuera el mismo Catón, suelta sentencias que se pasan por el forro ciencias como la biología, la medicina, la psiquiatría y la psicología. Al rato me llega otro vídeo al mismo grupo que va en la misma línea(coach dando una conferencia en una empresa) pero este es más preocupante porque el tipo no es empresario, no, sino un cirujano digestivo retirado metido a gurú de la felicidad. Su discurso es más cuidado, más formal, más serio, pero el resultado acaba siendo la misma basura motivacional sin rigor científico que la del empresario: la palabra cura, con el estado de ánimo adecuado podemos cambiar nuestra realidad, las palabras crean realidades, una actitud negativa te hace más vulnerable al coronavirus, cualquiera puede ser feliz en cualquier circunstancia, etc. El problema de esta corriente de pensamiento es que pone todo el peso de lo que le ocurre a una persona en su manera de pensar, dejando de lado sus circunstancias sociales, económicas y personales. Esto, como ya han advertido psiquiatras y psicólogos, puede causar mucho daño y mucha frustración en la gente, además es muy cruel. Es cruel decirle a alguien que tiene cáncer que si no se cura es por su actitud negativa, o que si le han despedido y no encuentra trabajo es por lo mismo, o que si no consigue salir de la pobreza es porque no ha deseado lo suficiente prosperar y hacerse rico. Además de cruel y peligroso es falso, cuando deseas algo con mucha fuerza lo más habitual es que te comas una mierda.



Yo,  que soy un aguafiestas y siempre voy haciendo amigos, contesto a los vídeos enviados al grupo de wasap criticando el pensamiento positivo y la dictadura de la felicidad, y comparto un vídeo de Rocío Vidal, una periodista y divulgadora científica que en su canal de youtube se dedica a desmontar, con sentido del humor y rigor científico, esta y otras patrañas pseudocientíficas. Además del vídeo recomiendo el fantástico libro de la bióloga y escritora Barbara Ehrenreich Sonríe o muere, la trampa del pensamiento positivo. En este ensayo esclarecedor, la autora cuenta cómo estando enferma de cáncer de mama se vio envuelta en la dictadura del activismo positivo, que prácticamente le hacía responsable de su enfermedad, y le exigía una actitud alegre y positiva ante la misma. Barbara Ehrenreich investigó el fenómeno y descubrió que el pensamiento positivo es todo un movimiento social que también afectaba al ámbito laboral y económico. La escritora se remonta a las raíces de esta dictadura del optimismo que tuvo su boom en el mundo empresarial estadounidense de los años 90, y que en su opinión fue en parte responsable de la crisis de 2008. La autora desmonta las tesis de Martin Seligman, padre de la nueva y controvertida Psicología positiva, que llegó a establecer una fórmula (científica según él) de la felicidad con los componentes básicos para conseguirla. El momento del libro en el que Ehrenreich acude a entrevistar a Seligman y le pide que argumente la validez científica de la fórmula mágica no tiene desperdicio. Un ensayo genial que siempre recomiendo cuando sale este tema.
Para terminar dos reflexiones de dos grandes escritores: "El optimismo es el opio del pueblo" que escribió Milan Kundera en su novela La broma, y "Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, los optimistas están encantados con lo que hay" de José Saramago.

martes, 19 de abril de 2022

Diarios. A ratos perdidos 1 y 2. Rafael Chirbes.



Descubrí a Rafael Chirbes cuando leí Crematorio allá por 2007,  aquella novela fue como agua de mayo para los que nos gusta la literatura que está dentro de la historia, la que habla de gente de verdad con problemas de verdad, la que incomoda, la que le hace replantearse a uno sus ideas preconcebidas, sus prejuicios. Cuando apareció Crematorio había muy pocos escritores en España que hicieran realismo social. Crematorio En la orilla son  dos novelas clave sobre la gestación de la crisis del ladrillo en España y sus consecuencias. Después de leer Crematorio busqué sus novelas anteriores y descubrí que Chirbes llevaba escribiendo novelas tan buenas o mejores que Crematorio desde los años ochenta, como La buena letra, La caída de Madrid o Los viejos amigos. Hace unos días terminé el primer volumen de sus diarios, publicados por Anagrama y que abarcan un período que va desde 1985 hasta 2005. Es curioso que en el aspecto que más han hecho hincapié algunos críticos y suplementos culturales  es en los devaneos sexuales del autor y en el repaso que da a algunos escritores consagrados como Arturo Pérez Reverte. Algo anecdótico y puntual en unas memorias que sorprenden por la desnudez con las que escribe sobre sí mismo y sobre su manera de entender la literatura en general y la creación de su propia obra en particular. Chirbes habla en sus diarios sobre sobre sus miedos y anhelos como escritor y ser humano, y reflexiona sobre política, cine y literatura dejando al lector un tesoro de referencias y reseñas sobre los libros y películas que va leyendo y viendo. Hay escritores (muy pocos) que además de crear adicción, pueden cambiar la vida de una persona, darle la vuelta, Rafael Chirbes es uno de ellos, es duro sí, despiadado diría yo, así que los que busquen en la literatura simplemente evasión y divertimento será mejor que pasen de largo.


martes, 21 de diciembre de 2021

La semilla inmortal. Los argumentos universales en el cine, de Jordi Balló y Xavier Pérez

 


Escuchando estos días una tertulia radiofónica sobre la moda de los remakes, me acordé de este magnífico ensayo que trata sobre la originalidad de los argumentos en el cine. Hasta qué punto son originales estos argumentos es lo que plantea el libro. En la historia del cine se repiten los motivos argumentales, de dónde beben estos argumentos o dónde comienzan es el tema central de La semilla inmortal. El libro es un recorrido por las grandes películas de la historia. La conclusión es que todo está en los textos antiguos claro. Uno se da cuenta de esto cuando lee La odisea y La ilíada de Homero o el Antiguo testamento, ahí están ya prácticamente todos los géneros cinematográficos; el cine negro, el cine de aventuras,  el cine bélico, el melodrama, incluso el western. De ahí beben también de manera inconsciente los guiones mas modernos y rompedores. Yo leí el libro en la facultad, figuraba en la bibliografía de dos asignaturas que cursé y luego me olvidé de él. Recientemente el libro llegó una tarde a casa a través de amazon, cuando abrí el paquete y lo vi fue como volver a las clases de Técnicas narrativas audiovisuales o a las de Historia del cine, donde el profesor nos pasaba escenas de películas en VHS en una Trinitron enorme. Resulta que mi mujer, que aparte de trabajar y pintar saca hueco para estudiar comunicación lo pidió para una asignatura titulada Narrativa audiovisual en en cuya bibliografía figuraba. Es curioso cómo los libros entran y salen de la vida de uno.

domingo, 5 de diciembre de 2021

Diario de un mal año, de J.M. Coetzee


En los tiempos de los reyes, se le decía al súbdito: Eras súbdito del rey A, ahora el rey A ha muerto y he aquí que eres súbdito del rey B. Llegó la democracia y por primera vez, se le dio al súbdito una alternativa: ¿Quieres (colectivamente) que te gobierne el ciudadano A o el ciudadano B?
Al súbdito se le presenta siempre el hecho consumado: en el primer caso el hecho de su condición de súbdito; en el segundo, el hecho de la alternativa. La forma de la alternativa no se puede discutir. La papeleta de la votación no dice: ¿Quieres a A, a B o a ninguno de los dos? Ciertamente nunca dice: ¿Quieres a A, a B, o a nadie en absoluto? El ciudadano que expresa su insatisfacción con la forma de la alternativa ofrecida por los únicos medios de que dispone, absteniéndose o bien invalidando su papeleta de votación, sencillamente no cuenta, es decir, no se le tiene en cuenta, se le ignora.

                                 ***
                                                           
Enfrentado a una alternativa entre A y B, dada la clase de A y la clase de B que suelen llegar a aparecer en las papeletas, la mayoría de la gente, las personas corrientes, se inclinan en su fuero interno a no elegir a ninguno de los dos. Pero eso es solo una inclinación, y el estado no se ocupa de inclinaciones. Las inclinaciones no son una moneda corriente en política. El estado se ocupa de las alternativas. A la persona corriente le gustaría decir: Unos días me inclino por A, otros por B, y otras veces ni A ni B, sino algo totalmente distinto. El estado sacude la cabeza. Tienes que elegir, dice el estado: A o B. 

                                 ***
                                                              
"Extender la democracia", como está haciendo ahora Estados Unidos en Oriente Medio, significa extender las reglas de la democracia. Significa decirle a la gente que, mientras que antes no tenían ninguna alternativa, ahora tienen una. Antes tenían A y nada más que A; ahora pueden elegir entre A y B. La expansión de la libertad y la expansión de la democracia van de la mano. Quienes se dedican a expandir la libertad y la democracia no ven ninguna ironía en la descripción del proceso que acabo de hacer.

J.M. Coetzee. Diario de una mal año.

miércoles, 30 de junio de 2021

Anatomía de un Dandy, de Charlie Arnaiz y Alberto Ortega

Empecé a leer las novelas de Umbral durante el confinamiento. Antes de eso, cuando compraba dos periódicos diarios disfrutaba con sus columnas en El País y El Mundo,  y le seguía en sus apariciones y entrevistas en televisión. 

Leí lo que tenía en casa de él y me encontré con un escritor formidable. La noche en que llegué al Café Gijón es una crónica de su llegada y primeros años en Madrid. Un libro cargado de poesía, sarcasmo e ironía  en el que cuenta como se abrió camino como aspirante a escritor en el ambiente de las pensiones, las tertulias, los cafés, y donde personajes de todo pelaje más y menos conocidos no dejan de sucederse. Mortal y rosa  comienza como un  libro de memorias que acaba como un poema de amor a su hijo muerto con cinco años de leucemia, un poema hermoso y demoledor. Este interesante documental hace una aproximación a su vida, centrándose en la que había detrás del personaje que el mismo creó, un personaje que en mi opinión, eclipsó su faceta puramente literaria. Umbral fue más conocido por su "Yo he venido aquí a hablar de mi libro" o por comerse una manzana en plena entrevista que por sus novelas y artículos. Por su obra  (inabarcable, escribió 10.000 artículos y 200 novelas) el documental pasa de puntillas. 

Quiero leer pero no lo encuentro Trilogía de Madrid, uno de los mejores libros sobre Madrid que se han escrito según opina gente cuyo criterio suelo tener en cuenta.



miércoles, 22 de enero de 2020

Vídeo reseña de Alegría y Ordesa, de Manuel Vilas

En este vídeo hago una breve reseña de Alegría, la última novela de Manuel Vilas. Es imposible hablar de Alegría sin mencionar Ordesa, la anterior novela del autor, pues como apunto en el vídeo una es consecuencia o continuación de la otra. Si en Ordesa Vilas nos contaba la historia de su familia, el duelo por la muerte de sus padres, su divorcio, y la caída a los infiernos que todo esto le provocó, en Alegría tenemos a un Vilas renacido que ha encontrado la calma después de la tempestad. La narración alterna la promoción de su exitosa novela con sus reflexiones en la soledad de los hoteles y los aeropuertos, donde nos cuenta su lucha interior entre la alegría y la melancolía.

viernes, 17 de enero de 2020

Sin techo

Escribí este relato durante un taller  de Relato breve al que asistí hace tiempo. Está inspirado en parte en una novela que leí titulada El largo invierno chino, y en mi experiencia como voluntario en una ONG durante tres años. Durante mi voluntariado estuve en contacto directo con personas sin hogar, con personas inmigrantes y con personas que llevaban mucho tiempo sin trabajo. Las historias que más me impactaron fueron las de personas socialmente integradas que durante los años más duros de la crisis perdieron su trabajo y en pocos meses se vieron en la indigencia. No hablo de problemas económicos o de no llegar a fin de mes sino de perderlo todo y quedarse en la calle. Aprendí mucho de aquella experiencia. Aprendí que nacer en un lado u otro de la brecha social es cuestión de puro azar y que la brecha es más estrecha de lo que imaginamos incluso en un país rico. En mi caso,el hecho de haber nacido en un país rico y en una familia de clase media no ha sido mérito mío, podrían haberme parido en el norte de África, o en un arrabal de América latina o Europa del este y de la misma manera hubiera querido emigrar a un país en el que se me ofrecieran mejores oportunidades. El contacto directo con esta gente me hizo empatizar con ellos, no juzgarlos sin haber intentado ponerme en su pellejo. Otra lección que recibí es que no somos dueños de nuestro futuro ni de nuestra situación económica y social por segura y estable que sea, estamos a merced de las decisiones de los poderosos y de las grandes empresas que son los que dictan la política económica.    

                                                                             ***

Lo peor de vivir en la calle es que llega un momento en que te haces invisible. Yo al principio pensaba que hacían que no me veían, que disimulaban, pero no, cuando llevas tiempo en el mismo sitio, en el mismo banco, en la misma esquina, no te ven, es como si fueras una farola, un bolardo o una papelera. Acabé en la calle casi sin darme cuenta, fue todo muy rápido. Un día me despidieron. Lo primero que hice fue recortar gastos claro, comprar menos, salir menos, encender menos la luz y la calefacción pero no fue suficiente. Primero dejé de pagar el gas, luego la luz y el agua, más tarde el teléfono y el adsl, y al final el alquiler hasta que me echaron. Los primeros días dormí en sofás de amigos hasta que se cansaron y me fui a una pensión. Todas las mañanas salía a buscar trabajo con la ropa cada vez más sucia porque sólo podía lavarme los calcetines y los calzoncillos en el lavabo de la habitación. El poco dinero que me quedaba lo guardaba para pagar la pensión, para comer y para coger el autobús hasta algún polígono donde buscar trabajo. Así estuve quince días hasta que se me acabó el dinero y me  echaron también de la pensión. Me vi en la calle y sin un duro. Entonces, cuando ya no me quedó ni para un café con el que matar el hambre empecé a pedir para un bocadillo y para el autobús. Seguí buscando trabajo, cogía mi carpeta con los curriculums y los dejaba en los restaurantes de comida rápida, en los supermercados, en los bares. Pero llegó un momento en que no me dejaron ni entrar a dejarlos, me echaban de todas partes, y es que ya llevaba la marca de la indigencia en la cara, en la ropa cada vez más sucia, en el mal olor. Pronto me convertí en el loco del barrio, el que repartía curriculums arrugados y pedía dinero para un bocadillo. Las primeras noches en la calle fueron las más duras, me daba miedo dormirme en cualquier sitio y que me robaran, así que daba  vueltas con mi mochila hasta que se hacía de día y me sentaba en un banco, entonces sí que me quedaba dormido. Cuando  llegó el frío y la lluvia tuve que buscar un sitio para guarecerme. Entonces fui donde vi que se reunían los vagabundos, al principio no me aceptaron, me echaban, me insultaban, incluso llegaron a pegarme, pero pronto, como siempre estaba por allí, empezaron a aceptarme y ya era uno más, bebiendo vino y buscando mantas, cartones y comida en los contenedores. Así  es como en cuestión de seis meses me convertí en un sin techo, en un pobre. Un día unos chicos de una ONG que venían todas las noches a darnos bocadillos y café caliente nos hablaron de los programas de reinserción laboral. Quizá era una oportunidad de volver a mi vida anterior, tener un trabajo, poder pagarme un alquiler, dejar la calle. Así que  decidí acudir, por probar no se pierde nada pensé. Cuando llegué a la ONG me atendió una chica  muy simpática que empezó a hacerme muchas preguntas y me hizo rellenar muchos formularios. Me preguntó si tenía familia o alguien que me ayudara, le contesté que si tuviera a alguien no estaría en la calle y le pregunté algo molesto que a qué venía tanto papeleo y tanta pregunta que yo sólo quería un trabajo de lo que fuera para poder alquilar una habitación y salir de la calle. La chica me dijo que eso no era tan fácil, que ellos no daban un trabajo al primer sin techo que llegaba, que lo que ellos  hacían era ayudar a la gente en situación de vulnerabilidad social a volver al mundo laboral y que para eso tenía que acudir a talleres y a cursillos, ser puntual y responsable y dejar el vino. Me apunté, acudí puntual a los talleres, y aunque no me enseñaron nada que no supiera ya, aguanté hasta el final, al menos allí se estaba caliente y le daban a uno café y un bocadillo. Cuando terminé el cursillo la chica simpática me dijo que tenía buenas noticias, habían solicitado gente para hacer unas prácticas en la sección de jardinería de un centro comercial y habían pensado en mí. Durante el mes de prácticas no cobraría nada pero aprendería el trabajo y luego había posibilidades de que me contrataran. Me alegré, me ilusioné, como se suele decir vi la luz al final del túnel. Me dieron un papel que me daba prioridad en el albergue, un vale para cortarme el pelo y un bono bus. Allí acudí el primer día, puntual, duchado, con el pelo corto y la ropa limpia. Cuando me presenté al encargado, antes de decirle nada me miró de arriba abajo y me preguntó con mala cara si me había mandado la ONG. Me caló enseguida, una ducha y un corte de pelo no borran las cicatrices que deja la vida vagabunda. Pero durante aquel mes me sentí casi como una persona normal. Dejé el vino, dormía en el albergue y cada mañana me duchaba, desayunaba y cogía el autobús para ir a trabajar. Llegaba puntual y trabajaba como el que más, el encargado siempre estaba pendiente de mí deseando sacarme fallos para llamarme la atención, pero nunca le di razones. Durante el descanso mientras comía mi bocadillo hacía planes para el futuro. Cuando terminó el período de prácticas le pregunté al encargado cuando me contratarían y me contestó de muy malos modos que ya me dirían algo en la ONG. Al día siguiente acudí a ver a la chica simpática y cuando me vio dejó de sonreír, era la primera vez que la veía seria. Me invitó a pasar y a sentarme y me dijo que la habían llamado del centro comercial y le habían dicho que mi conducta había sido ejemplar y que había trabajado bien, pero que yo no era el perfil que buscaban, querían a alguien más joven.  Eso es lo más cerca que he estado de recuperar mi vida anterior. Desde entonces no he vuelto a repartir curriculums, y cuando llegan los chicos de la ONG con los termos de café y los bocadillos soy el único que se queda en su chamizo de mantas y cartón bebiendo vino mientras cae la noche sobre la ciudad.

 

 

viernes, 22 de marzo de 2019

Los tres padrinos




Vi la trilogía de El Padrino por primera vez en vídeo, una noche de invierno en casa de un amigo que tenía habilitado el sótano de su casa para ver películas en una Trinitron enorme. Fue un atracón fascinante, un acontecimiento capital en mi bagaje de aficionado al cine. Desde entonces dedico un día al año a los tres padrinos y me dejo mecer por su fotografía amarillenta y la decadente banda sonora de Nino Rota.
Leí primero la novela de Mario Puzo en la que se basa la película, en una edición de Círculo de lectores que recuerdo ver en casa de mis padres desde que tengo uso de razón y que todavía conservo. El libro arranca con Bonasera en los juzgados viendo como el juez deja en libertad a los chicos que abusaron de su hija. Coppola arranca la película con un primer plano oscuro de Bonasera diciendo "Creo en América, América hizo mi fortuna y he dado a mi hija una educación americana" Bonasera cree en el sistema, sin embargo acude a Don Corleone a pedirle que mate a dos chicos que abusaron y golpearon a su hija porque la justicia en la que él creía los dejó en libertad "yo acudí a la policía como buen americano". Bonasera  se siente defraudado "la justicia nos la hará Don Corleone" dice. Sin embargo el Don se siente ofendido porque el funerario acude a él después de haber acudido al sistema. El padrino juega mucho con la línea que separa la vida convencional norteamericana del submundo de la mafia Italiana. La secuencia inicial ya nos muestra ese contraste jugando con luces y sombras, la luz y la alegría de la celebración en el jardín y las sombras y la oscuridad del despacho en el que se cuecen los negocios sucios, un mundo con el que Bonasera no quiere mezclarse hasta que despierta del sueño americano.
La trilogía está llena de escenas y frases que ya forman parte de la cultura popular como "Luca Brasi está durmiendo con los peces" o "Le haré una oferta que no podrá rechazar". A mí me gusta mucho la escena de la llegada de Michael y Kate a la boda en la primera parte, cuando Michael, vestido de uniforme la explica a Kate que Luca Brasi es un matón al servicio de su padre "dar miedo es su oficio" le dice mientras come lasaña. Kate lo mira helada y cuando él le dice "así es mi familia Kate pero yo no" respira aliviada y sonríe. En el arranque de la primera parte Michael Corleone es un bisoño héroe de guerra que todavía cree en América y se siente integrado en el sistema. Acude de uniforme con su novia norteamericana a la boda de su hermana celebrada en la casa paterna, y se mantiene al margen de los sucios negocios de la familia. Eso pronto cambiará, la evolución del personaje de Michael Corleone es uno de los puntos fuertes de la trilogía. Michael pronto hará sombra a Don Vito, su padre, dejándolo en comparación con él como un pobre anciano que chochea. Don Vito es un mafioso sí, y mataba a la gente, pero mantenía cierta ética y algunos valores. Al nuevo padrino no se le podrá nada por delante. La trilogía de El padrino es una tragedia griega, tan clásica ya como Edipo rey o Antígona. Así que apaguen las luces, bajen las persianas, denle al play,  y déjense mecer por esta obra maestra.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Relatos autobiográficos, de Thomas Bernhard





Desde que descubrí a Bernhard hace unos años no he dejado de leerle. En su día me pegué el atracón y leí todo lo que encontré de él, y desde entonces lo releo constantemente. Dice Javier Marías que con Bernhard no hay términos medios, o eres hincha o eres odiador. Es verdad, he podido comprobarlo en este tiempo en el que lo he recomendado y he compartido citas suyas a diestro y siniestro, buena parte de las reacciones eran de desprecio y asco.  Comprendo a sus odiadores, a los que le critican por ser un maestro de la nada, un provocador sin más que escribe desde las tripas. Porque en parte es cierto, Bernhard despotrica contra todo lo que tiene que ver con lo convencional sin argumentar demasiado, como si un torrente saliera directo desde sus vísceras salpicando todo lo que la gente suele respetar o admirar. También le acusan de ser un escritor deprimente, algo que no comparto en absoluto, Bernhard puede ser duro, de hecho lo es, y mucho, pero su literatura esta llena de entusiasmo y amor por la vida. Sus Relatos autobiográficos son la historia de un superviviente.
Yo soy hincha de Bernhard desde que le descubrí, y una de las razones es que debajo de ese vómito chalado vi una humanidad y una sensibilidad bestiales, una capacidad como no había visto antes para mostrar al lector la angustia existencial del ser humano, el desamparo que puede llegar a sentir cuando le han parido sin permiso en este mundo tan jodido y hermoso. 
Termino con dos advertencias que hace Miguel Sáenz, traductor de Bernhard, en la introducción de Relatos Autobiográficos y que he podido sufrir en carne propia: la primera es que los libros de Thomas Bernhard pueden provocar adicción, y la segunda es que pueden cambiar la vida de una persona.

                                                                                ***

La vida no es más que el cumplimiento de una pena, me dije, y tienes que soportar el cumplimiento de esa pena. Durante toda la vida. El mundo es un establecimiento penitenciario con muy poca libertad de movimientos. Las esperanzas se rebelan como un sofisma. Si te ponen en libertad, en ese mismo instante vuelves a entrar en el mismo establecimiento penitenciario. Eres un preso y nada más. Si te quieren convencer de que eso no es verdad, escucha y calla. Piensa que, al nacer, te han condenado a una pena de prisión perpetua, y que tus padres tienen la culpa. Pero no les hagas reproches fáciles. Quieras o no, tienes que seguir al pie de la letra los reglamentos que rigen en ese establecimiento penitenciario. Si no los sigues, tu pena se agravará. Comparte tu pena con los otros presos pero no te alíes con los guardianes.

[…]

Nunca me causó placer practicar ninguna clase de deporte, la verdad es que siempre he odiado el deporte y sigo odiando el deporte todavía hoy. Siempre se ha atribuido al deporte, en todas las épocas y, sobre todo, por todos los gobiernos, por sus buenas razones, la mayor importancia, el deporte divierte y ofusca y atonta a las masas, y sobre todo las dictaduras saben por qué están siempre y en cualquier caso a favor del deporte. Quien está a favor del deporte tiene a las masas de su lado, quien está a favor de la cultura, las tiene en su contra, decía mi abuelo, y por eso todos los gobiernos están siempre a favor del deporte y en contra de la cultura.  Como toda dictadura, también la nacionalsocialista se hizo poderosa y casi dominó el mundo por el deporte de masas. En todos los Estados las masas han sido conducidas con andadores, en todas la épocas, por medio del deporte, no puede haber un Estado tan pequeño ni tan insignificante que no lo sacrifique todo por el deporte.

Relatos autobiográficos. Thomas Bernhard. Anagrama.

sábado, 16 de febrero de 2019

Las uvas de la ira, de John Steinbeck

                                              


Los propietarios de las tierras o, con mayor frecuencia un portavoz de los propietarios, venían a las tierras. Llegaban en coches cerrados y palpaban el polvo seco con los dedos, y algunas veces perforaban el suelo con grandes taladros para analizarlo. Los arrendatarios, desde los patios castigados por el sol, miraban inquietos mientras los coches cerrados avanzaban sobre los campos. Y al fin los representantes de los dueños entraban en los patios y permanecían sentados en los coches para hablar por las ventanillas. Los arrendatarios estaban un rato de pie junto a los coches y luego se agachaban en cuclillas y cogían palitos con los que dibujar en el polvo.
Las mujeres miraban desde las puertas abiertas y detrás de ellas los niños, niños de cabeza de maíz, los ojos de par en par, un pie descalzo encima del otro y los dedos de los pies en movimiento. Las mujeres y los niños miraban a los hombres hablar con los propietarios y callaban.

[…]

Si un banco o una compañía financiera eran dueñas de las tierras, el enviado decía: el Banco o la compañía, necesita, quiere, insiste, debe recibir, como si el banco o la compañía fueran un monstruo con capacidad para pensar y sentir, que les hubiera atrapado. Ellos no asumían la responsabilidad por los bancos porque eran, mientras que los bancos eran máquinas y amos, todo al mismo tiempo. Algunos empleados estaban orgullosos de ser los  esclavos de señores tan fríos y poderosos. Se quedaban sentados en los coches y daban explicaciones. Sabes que la tierra es pobre. Ya has escarbado en ella lo suficiente. Dios lo sabe.

Las uvas de la ira. John Steinbeck

                                                                            ***

Llegué a este libro a través del cine, la primera vez que vi la adaptación de la novela que hizo John Ford fue a finales de los años 90 en el cine Doré, la Filmoteca Española. Por aquel entonces yo trabajaba en Madrid, cerca de Antón Martín, y un par de veces por semana iba a la sesión de las cinco y media sin mirar el programa a tragarme lo que echaran. Me tragué auténticos bodrios pero también vi por primera vez películas maravillosas como esta.
Las uvas de la ira cuenta la historia de la familia Joad, que a causa de la sequía y la depresión, se ve obligada a abandonar su granja en Oklahoma para emprender un viaje a California, donde se supone que encontrarán trabajo y acabarán con todas sus penurias. La narración de la peripecia vital de la familia, intercala capítulos en los que Steinbeck vuelca sus ideas comunistas y anticapitalistas, pero lo hace alejándose del adoctrinamiento panfletario y las proclamas teóricas. La novela está cargada de mensaje político pero recorriendo ese mensaje hay una historia humana brutal, una narración basada en un episodio de la historia de Estados Unidos, La gran depresión.
Steinbeck tuvo problemas a raíz de la publicación de la novela en 1939, se convirtió en un apestado en su comunidad y llegó a recibir amenazas de los terratenientes y banqueros contra los que cargaba en su novela. Se llegaron incluso a quemar sus libros en un acto público. Fue un héroe para los trabajadores que habían sufrido la gran depresión y un enemigo para la derecha, que le acusó de filocomunista. Sin embargo acabó apoyando al presidente Lyndon Johnson y defendiendo la guerra de Vietnam, esto hizo que la izquierda le acabara retirando su apoyo. Nunca recibió buenas críticas, ni cuando ganó el Nóbel en 1962, se le tildaba de escritor mediocre que apelaba demasiado a lo sentimental. Cuando murió en Nueva York en 1968, se le consideraba una figura superada. Todavía hoy sigue recibiendo críticas, y su novela más conocida no deja de ser comparada con la versión cinematográfica de Ford, poniendo a esta última muy por encima. A pesar de las críticas la novela goza de gran popularidad, sobre todo en Estados Unidos donde es una lectura de referencia en las carreras de letras.
El haber visto la película varias veces antes de leer el libro, y que el film de John Ford sea una de mis pelis favoritas hizo que me acercara a esta novela sin demasiado entusiasmo, aún así Las uvas de la ira me parece una novela enorme, un clásico que no hay que perder de vista y que en algunos aspectos sigue de plena actualidad. Mientras leía no dejaban de pasar por mi cabeza esos planos y encuadres de John Ford  inspirados en las fotografías de Dorothea Lange. Quien no empatice con esta historia en cualquiera de sus versiones no tiene sangre en las venas.

jueves, 24 de enero de 2019

Las cosas que llevaban los hombres que lucharon,de Tim O´Brien




El Teniente Jimmy Cross llevaba cartas de una joven llamada Martha, estudiante de tercer año en el Mount Sebastian College de Nueva Jersey. No eran cartas de amor, pero el teniente Cross no perdía las esperanzas, así que las guardaba dobladas y envueltas en plástico en el fondo de la mochila. Al caer la tarde, después de un día de marcha, cavaba su pozo de tirador, se lavaba las manos bajo un cantimplora, desenvolvía las cartas, las sostenía con las puntas de los dedos y se pasaba la última hora de luz cortejándola. Imaginaba románticas acampadas en las Montañas Blancas de New Hampshire. A veces saboreaba la solapa engomada de los sobres, porque su lengua había estado allí.

[...]  


Las cosas que llevaban eran determinadas, en general, por la necesidad. Entre las indispensables o casi indispensables estaban abrelatas P-38, navajas de bolsillo, pastillas para encender el fuego, relojes de pulsera, placas identificativas, repelente contra los mosquitos,chicle,caramelos, cigarrillos, tabletas de sal, paquetes de Kool-Aid, encendedores, fósforos, aguja e hilo de coser, certificados de pago de haberes militares, raciones de campaña y dos o tres cantimploras de agua. En conjunto estos objetos pesaban entre cinco y siete kilos, dependiendo de cada hombre y su metabolismo.

[...]

Las cosas que llevaban estaban determinadas hasta cierto punto por la superstición. El Teniente Cross llevaba su guijarro de la buena suerte. Dave Jensen llevaba una pata de conejo. Norman Bowker, por lo demás una persona muy amable, llevaba un pulgar que le había regalado Mitchell Sanders. El pulgar era pardo oscuro, gomoso al tacto, y pesaba cuarenta gramos como máximo. Se lo habían cortado al cadáver de un vietcong, un muchacho de quince o dieciséis años. Lo encontraron en el fondo de una acequia, con graves quemaduras y moscas en la boca y los ojos.

Las cosas que llevaban
Tim O`Brien              

                                                                              ***

Llegué a este libro gracias a un taller de relato breve al que asistí el año pasado. Los párrafos que aquí comparto formaban parte del tema que trataba sobre el arranque de un relato o una novela, sobre cómo comenzar. El arranque, la primera frase, es muy importante en el los relatos cortos porque de ellos va a depender que el lector fije la atención o no. En este magnífico relato, O´Brien presenta al personaje principal en la primera frase y nos da algunos detalles que van a hacer que prestemos atención y queramos saber más del Teniente Cross, de cómo llegó a Vietnam,  de las cartas que lee cada tarde, y de Martha , que en la segunda frase ya sabemos que no es su novia formal sino una joven a la que pretende. 
En el taller, aquel día, sólo leímos estos tres párrafos del libro, pero yo quería leerlo entero. En cuanto salí me fui a una librería y lo encargué, cuando lo recibí lo leí prácticamente del tirón, y desde entonces lo recomiendo siempre que puedo. 

Este libro no se centra en los horrores de la guerra, como la mayoría de los libros del género,  sino en la impedimenta que llevan los soldados, la impedimenta  material, a la que se aferran para salvar la vida, y la espiritual; la memoria, los recuerdos, los objetos y amuletos que les mantienen conectados a su vida civil, a lo que eran antes de que les dieran un fusil y les ordenaran matar al enemigo. Tim O`Brien combatió en Vietnam y de su experiencia nació este libro en el que a ratos aparece como un soldado más o como un escritor maduro que recuerda su experiencia. O´ Brien era un joven universitario con conciencia política cuando le reclutaron para ir a Vietnam, un joven que no creía en el relato oficial que justificaba la participación en aquella guerra.   Las cosas que llevaban no es una novela, es un libro de relatos centrados en la Guerra de Vietnam. Un libro duro y hermoso, desgarrador y necesario. No lo perdáis de vista.

-Las cosas que llevaban los hombres que lucharon. Tim O´Brien .Anagrama(Otra vuelta de tuerca). 2011. Traducción de Elvio E. Gandolfo. 

sábado, 13 de febrero de 2016

Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño


Al verla o mejor dicho al ver que ella me miraba (las otras veces que estuve allí de hecho no me miró), sentí que una mano de dedos largos y finos, pero al mismo tiempo muy fuerte, se cerraba sobre mi corazón[...] (p55)
 
**
 
Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Esta es la mejor literatura, creo yo. También hay una literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado. Esta última es la que quisieron hacer Ulises Lima y Belano. Grave error, como se verá a continuación. Tomemos por ejemplo, un lector medio, un tipo tranquilo, culto, de vida más o menos sana, maduro. Un hombre que compra libros y revistas de literatura. Bien, ahí está. Ese hombre puede leer aquello que se escribe para cuando estás sereno, para cuando estás calmado, pero también puede leer cualquier otra clase de literatura, con ojo crítico, sin complicidades absurdas o lamentables, con desapasionamiento. Eso es lo que yo creo. No quiero ofender a nadie.
Ahora tomemos al lector desesperado, aquel a quien presumiblemente va dirigida la literatura de los desesperados. ¿Qué es lo que ven? Primero: se trata de un lector adolescente o de un adulto inmaduro, acobardado, con los nervios a flor de piel. Es el típico pendejo (perdonen la expresión) que se suicidaba después de leer el Werther. Segundo: es un lector limitado. ¿Por qué limitado? Elemental, porque no puede leer más que literatura desesperada o para desesperados, tanto monta, monta tanto, un tipo o un engendro incapaz de leerse de un tirón En busca del tiempo perdido, por ejemplo, o La montaña mágica (en mi modesta opinión un paradigma de la literatura tranquila, serena, completa), o si a eso vamos, Los miserables o Guerra y paz. Creo que he hablado claro, ¿no? Bien, he hablado claro. Así les hable a ellos, les dije, les advertí, los puse en guardia contra los peligros a que se enfrentaban.  (p 201-202)
 
Los detectives salvajes. Roberto Bolaño.
 
 
 
 

domingo, 24 de enero de 2016

El Síndrome de Ulises, de Santiago Gamboa


Por esa época la vida no me sonreía. Más bien hacía muecas como si algo le provocara risa nerviosa. Era el inicio de los años noventa. Me encontraba en París, ciudad voluptuosa y llena de gente próspera, aunque ese no fuera mi caso. Lejos de serlo. Los que habíamos llegado por la puerta de atrás sorteando las basuras, vivíamos mucho peor que los insectos y las ratas. No había nada, o casi nada,  para nosotros, y por eso nos alimentábamos de absurdos deseos. Todas nuestras frases empezaban así: "Cuando sea..." Un peruano del comedor universitario dijo un día: cuando sea rico dejaré de hablarles. Poco después lo sorprendieron robando en un supermercado y fue arrestado. Había hecho todo bien pero al llegar a la caja la empleada lo miró y pegó un grito de horror (podría calificarlo de "cinematográfico"), pues del pelo le escurrían densas gotas rojas. Se había escondido dos bandejas de filetes debajo de la capucha de su impermeable, pero dejó pasar mucho tiempo y la sangre atravesó el plástico. A partir de ese día cambió su frase: cuando sea rico nadaré en sangre fresca. Luego supe que lo habían recluido en un psiquiátrico y jamás lo volví a ver.
En mis bolsillos había poco que buscar (nada tintineaba) y por eso debía alquilar un cuarto de nueve metros cuadrados, sin vista a la calle, en los altos de un edificio de la rue Dulud, circunscripción de Neully- Sur- Seine, un barrio lleno de familias ricas y judías, automóviles elegantes, tiendas caras. Por cierto que cuando uno es pobre es muy malo rodearse de gente rica. No lo recomiendo. No trae buena suerte y genera un sabor amargo en la boca, nada bueno para la salud. Cuando uno es pobre es mejor estar rodeado de pobres. Créanme.

El Síndrome de Ulises. Santiago Gamboa.


El Síndrome de Ulises cuenta las peripecias de un aspirante a escritor colombiano que emigra a París a principios de los noventa. El protagonista malvive dando algunas clases de español y lavando platos en un restaurante, lo que le permite pagarse una habitación sin baño en un barrio rico de París. Pese a sus penurias es un privilegiado en comparación con el resto del colectivo inmigrante, pues está amparado por una beca para cursar un doctorado en la Sorbona. Lejos del esplendor esperado y de la visión romántica e idealista del aspirante a escritor recién llegado, con lo que se encuentra el protagonista es con el arrabal, con los bajos fondos parisinos donde se cruzan las vidas de miles de inmigrantes víctimas de la miseria y del estigma.
La solidaridad entre los miserables, el hambre, el amor,  la soledad , y el sexo y los excesos utilizados como válvula de escape, son algunos de los temas que aborda esta gran novela. Pero también está el tema de la literatura y el oficio de escritor. Un libro demoledor lleno de realismo despiadado, duro y tierno a la vez, incómodo pero necesario.

-El síndrome de Ulises. Santiago Gamboa. Literatura Random House. 442 páginas. 19.90 euros. Lo presto.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Ciudad de caníbales, de Alexander Drake



Uno en realidad es consciente de lo mal que ha hecho las cosas cuando busca en su trabajo un refugio para las obligaciones de la vida ociosa. Cuando un hombre se casa comete un grave error. Cuando tiene hijos termina de joderla. Yo sólo pisé la primera de las minas; y de alguna manera conseguí salir de aquello.

**

-Viktor, desengáñate; no hay cabida para este guión en nuestro negocio.
-Pero esta película podría ser un punto de inflexión. Algo que cambiase la forma de pensar de la gente.
-La gente no quiere cambiar de forma de pensar, no quiere ver la realidad, no quiere saber más de lo necesario, y por supuesto no quiere tener que enfrentarse a nada. Lo que la gente quiere es tener un referente, alguien a quien imitar. Una imagen que les guíe a través de sus vidas sin sentido. Quieren  ver algo como Missing Love.
-Por favor, esa película era una auténtica basura.
-Sí lo era, pero recaudó 80 millones de dólares. ¿Cómo explicas eso?
-Tengo una teoría.
-¿Cuál?
-La gente es idiota. No toda pero sí la mayoría.
 
**
 
A las seis y media salí del despacho, monté en el coche y me acerqué a un bar de Canyon Boulevard. Me senté frente a la barra y pedí un whisky. Tan solo quería beber y olvidarme de todo durante un instante. Poco más tarde se me acercó una tía medio borracha y empezó a hacerme unas preguntas de lo más disparatadas.
 
- ¿Y tienes hijos?
-No.
-¿Por qué no?
-Porque nunca he querido tenerlos.
-Eso es porque aún no te ha llegado el instinto paternal.
-Si viene algún día le pegaré un tiro entre los ojos.
-Es una pena, porque apuesto a que tendrías unos hijos guapísimos- dijo con una mirada y un tono de voz más que delatores.
 
Acabamos en su casa. Bebimos un par de copas más y después nos acostamos.

Alexander Drake. Ciudad de caníbales.



Alexander Drake es el seudónimo de un tipo de San Sebastián que escribe, le conocí a raíz de leer Ocho relatos de boxeo, aquel libro me encantó, de hecho he vuelto a releerlo varias veces y nunca me canso de recomendarlo, tanto me gustó que le dediqué una entrada. Drake al que no conocía de nada se puso en contacto conmigo para agradecerme la reseña y en septiembre tuvo el detalle de enviarme su última novela Ciudad de caníbales publicada por Ediciones Lupercalia, una editorial imprescindible para los que tienen interés por lo que ocurre en el patio trasero del circuito literario convencional, al margen de los suplementos culturales, las novedades y los escaparates. Leí la novela en cuanto me llegó, y me gustó mucho, tomé algunas notas con la intención de escribir una entrada. He vuelto a leer el libro para tenerlo fresco  y me ha gustado mucho más que en la primera vuelta.

Viktor es un representante de actores que trabaja para una agencia de Los Ángeles. Vive solo y aparentemente tiene todo lo que un tipo de su edad puede desear: un buen trabajo, un buen apartamento y todas sus necesidades satisfechas; está bien comido, bien vestido y practica sexo siempre que lo necesita, pero pobre Viktor, qué solo perdido y vacío está. La novela está ambientada en el Hollywood de los 80 y tanto la vida de la ciudad como la vida de Viktor reflejan la soledad del hombre de estos tiempos víctima del individualismo feroz y la cultura del éxito, éxito basado exclusivamente en lo profesional, en lo material, en el dinero. El protagonista de Ciudad de caníbales recuerda a los personajes de Huxley en  Un mundo feliz, gente harta de diversión y de satisfacción inmediata pero totalmente hueca en cuanto a sentimientos y relación con los otros.

La prosa de Alexander Drake es seca, directa y clara,  de las que llega, golpea y cala. La novela está llena de humor cínico y sexo bizarro pero tiene un fondo de amargura bestial. El capítulo 11 en el que se narra el encuentro de Viktor con una prostituta primeriza es demoledor. Alexander Drake tiene algo que cada vez tienen menos escritores jóvenes: mirada, capacidad para observar y profundizar,  y eso se nota a la hora de hacer que los personajes y las tramas sean creíbles. En resumen Alexander Drake hace buena literatura. Ciudad de caníbales se lee en una tarde pero es de esos libros que uno se pasa rumiando varios días. No lo perdáis de vista.

-Ciudad de caníbales. Alexander Drake. Ediciones Lupercalia. Septiembre de 2015. 12,95 euros.
 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

El arte de amar, de Erich Fromm


El capitalismo moderno necesita hombres que cooperen mansamente y en gran número; que quieran consumir cada vez más; y cuyos gustos estén estandarizados y puedan modificarse y anticiparse fácilmente. Necesita hombres que se sientan libres e independiente, no sometidos a ninguna autoridad, principio o conciencia moral – dispuestos, empero, a que los manejen, a hacer lo que se espera de ellos, a encajar sin dificultades en la maquinaria social-; a los que se pueda guiar sin recurrir a la fuerza, conducir, sin líderes, impulsar sin finalidad alguna- excepto la de cumplir, apresurarse, funcionar, seguir adelante.

¿Cuál es el resultado? El hombre moderno está enajenado de sí mismo, de sus semejantes y de la naturaleza. Se ha transformado en un artículo, experimenta sus fuerzas vitales como una inversión que debe producirle el máximo de beneficios posible en las condiciones imperantes en el mercado. Las relaciones humanas son esencialmente las de autómatas enajenados, en las que cada uno basa su seguridad en mantenerse cerca del rebaño y en no diferir en el pensamiento, el sentimiento o la acción. Al mismo tiempo que todos tratan de estar tan cerca de los demás como sea posible, todos permanecen tremendamente solos, invadidos por el profundo sentimiento de inseguridad, de angustia y de culpa que surge siempre que es imposible superar la separatidad humana.
 
 

 Nuestra civilización ofrece muchos paliativos que ayudan a la gente a ignorar conscientemente esa soledad: en primer término, la estricta rutina del trabajo burocratizado y mecánico, que ayuda a la gente a no tomar conciencia de sus deseos humanos más fundamentales, del anhelo de trascendencia y unidad. En la medida en que la rutina sola no basta para lograr ese fin, el hombre se sobrepone a su desesperación inconsciente por medio de la rutina de la diversión, la consumición pasiva de sonidos y visiones que ofrece la industria del entretenimiento; y, además, por medio de la satisfacción de comprar siempre cosas nuevas y cambiarlas inmediatamente por otras. El hombre moderno está actualmente muy cerca de la imagen que Huxley describe en Un mundo feliz: bien alimentado, bien vestido, sexualmente satisfecho, y no obstante sin yo, sin contacto alguno, sino el más superficial, con sus semejantes, guiado por los lemas que Huxley formula tan sucintamente, tales como: "Cuando el individuo siente, la comunidad de tambalea"; o: "Nunca dejes para mañana la diversión que puedes conseguir hoy"; o: como afirmación final: "Todo  el mundo es feliz hoy en día". La felicidad del hombre moderno consiste en "divertirse". Divertirse significa la satisfacción de consumir y asimilar artículos, espectáculos, comida, bebidas, cigarrillos, gente, conferencias, libros, películas; todo se consume, se traga. El mundo es un enorme objeto de nuestro apetito, una gran manzana, una gran botella, un enorme pecho; todos succionamos, los eternamente expectantes, los esperanzados - y los eternamente desilusionado -. Nuestro carácter está equipado para intercambiar y recibir, para traficar y consumir; todo, tanto los objetos materiales como los espirituales, se convierten en objeto de intercambio y consumo.  

El arte de amar. Erich Fromm. 1959

 - El arte de amar. Erich Fromm. Editorial Paidós.2007. Traducción de Noemí Rosenblatt. 10,90 euros. Lo presto.

 

lunes, 14 de septiembre de 2015

Ali según Mailer


Muhammad Ali se presenta como el más perturbador de todos los egos. Una vez que se adueña del escenario, jamás amaga con dar un paso atrás para ceder su lugar a los demás actores. Como una cotorra de metro ochenta, Ali no deja de gritar que es el centro del escenario. “Ven y agárrame, idiota-dice-. No puedes porque no sabes quién soy. No sabes dónde estoy. Soy inteligencia humana y tú ni siquiera estás seguro de si soy el bien o el mal”. Este ha sido su mensaje esencial para América durante todos estos años. Para nuestra mentalidad americana es intolerable que esta figura, con toda probabilidad la más importante después del presidente, nos resulte sencillamente incomprensible, pues no sabemos si estamos ante un demonio o un santo.
En la cima del mundo. Norman Mailer
**
Siempre se queda uno atónito al volverlo a ver. No en directo como en televisión, sino de pie ante uno y con su mejor aspecto. Porque el Más Grande Atleta del Mundo corre el peligro de ser nuestro hombre más guapo, razón por la cual no tiene más remedio que entrar en escena la hipérbole kitsch. Los suspiros de las mujeres son perceptibles. Los hombres bajan la mirada. Porque recuerdan de nuevo su poco valor.  Aunque jamás abriera la boca con el fin de hacer temblar la jalea de la opinión pública, Ali seguiría inspirando amor y odio. Porque es el príncipe del cielo...eso dice el silencio que se produce alrededor de su cuerpo cuando está iluminado.

El combate. Norman Mailer 

**

La figura de Ali siempre me ha fascinado. Me fascina como boxeador  y como personaje. He visto sus combates en internet, he visto documentales a porrillo y he leído varias biografías. Como boxeador me gusta más su etapa anterior a la suspensión y al cambio de nombre (Cassius Clay se convirtió al islam y en 1964 se cambió el nombre a Muhammad Ali) sus combates contra Liston son memorables, es el momento culminante de su carrera. Liston era un pegador brutal pero nunca se había enfrentado a nadie tan rápido, nunca  había peleado con un peso pesado que se movía como un peso medio.
Pero Ali fue mucho más que el mejor boxeador de todos los tiempos. Es difícil indagar en la historia del siglo XX sin tropezarse con él. Cuando en 1967 un periodista del Philadelphia Inquirer preguntó a Muhamad Ali su opinión sobre la guerra de Vietnam y el Vietcong, este contestó:  “A mí el vietcong ese no me ha hecho nada”.  Lipsyte, que así se llamaba el periodista, tuvo que quedarse con cara de mueble bar, probablemente se esperaba una respuesta más elaborada, pero Ali  dio una de esas respuestas que a veces  dan los niños a los adultos dejándoles desarmados, “A mí el Vietcong ese no me ha hecho nada”.  Con este elemental argumento el campeón del mundo de los pesos pesados declaraba su intención de no incorporarse a filas. Hacía tiempo que Ali había trascendido lo meramente deportivo,  llevaba años haciendo declaraciones en contra de la discriminación racial y reivindicando lo que ningún negro popular había reivindicado hasta entonces, su negritud, sus raíces africanas. Ali hizo esto en un tiempo en que si a un negro estadounidense le llamabas africano podía darte una paliza.
Con su negativa a incorporarse a filas Ali entró en la categoría de mito, de icono de la contracultura norteamericana.  “No tengo nada contra esa gente, ninguno de ellos me ha llamado negrata” se hartó de decir Ali en las conferencias que dio durante los tres años que estuvo suspendido por negarse a ir a Vietnam.  Mientras Ali se desgañitaba con sus proclamas antibelicistas, Estados Unidos perdía la guerra no solo en los arrozales y junglas  de Vietnam, también en su propio país.






 El autor de Los desnudos y los muertos conoció y entendió como nadie a Muhamad Ali, literatura y periodismo se mezclan en estas dos crónicas sobre dos de los combates de boxeo más grandes del siglo XX. En la cima del mundo es la crónica del primer combate de Ali contra Joe Fraizer celebrado en 1971 en el Madison Square Garden de Nueva York, Ali aspiraba a recuperar el título de campeón después de tres años sin licencia para boxear. Por cierto, el prólogo de Andrés Barba no tiene desperdicio.
En El combate, uno de los libros más alabados de Norman Mailer, el escritor relata la pelea que se dio en 1974 en el corazón de África entre Ali y George Foreman. El combate se celebró el 30 de octubre en  Kinshasa, Zaire, hoy República Democrática del Congo. Mailer, como reportero fue testigo de los preparativos y de los entrenamientos, fue testigo de cómo Foreman golpeaba el saco y de cómo Ali desviaba la mirada para no ver el hueco del tamaño de una sandía que había dejado en él.  Fue testigo de las tensiones y miedos que latían en el interior de aquellos dos pesados que iban a enfrentarse en un combate mítico.

- El combate. Norman Mailer. Editorial Contra. Junio 2013. Traducido al castellano por María Antonia Menini. 16,90 euros. Lo presto.
- En la cima del mundo. Norman Mailer. 451 editores. Junio de 2013.  Traducido al castellano por Juan Sebastián Cárdenas. 14,90 euros. Lo presto.