Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
Un misterioso sol amanecía.

José Hierro

martes, 23 de julio de 2013

Territorio comanche





En 1833, movidos por el espíritu de aventura y las promesas de  tierras gratis, la familia Parker viaja desde Illinois a Texas en una  caravana de carretas. Los Parker formaban parte de la oleada de colonos que puso rumbo al oeste de Estados Unidos en busca de tierras y oportunidades después de  la compra  de Luisiana a los franceses en 1803. Con la compra de Luisiana, el gobierno estadounidense adquirió alrededor de  dos millones  de kilómetros cuadrados de  tierra salvaje. La enorme extensión comprendía lo que hoy conocemos como Arkansas,  Misuri, Iowa, Oklahoma, Kansas, Nebraska, Minnesota, gran parte de Dakota del Norte y Dakota del Sur, parte de Nuevo México, el norte de Texas, y parte de Montana, Wyoming y Colorado. No era mala  parcela la que  se compró Thomas Jefferson.
En 1835 el clan Parker se establece en el centro de Texas, cerca de la actual ciudad de Mexía y construye un fuerte. Los  Parker, sumando las tierras concedidas a cada cabeza de  familia  se habían hecho con un total de seis mil quinientas hectáreas (sesenta y cinco kilómetros cuadrados) de tierra fértil llena de bosques de roble y grandes praderas en las que abundaba el agua, la caza, la pesca, las manadas de bisontes y los indios comanches, la tribu más hostil y belicosa de América del Norte. Los comanches mantuvieron a raya durante años al resto de tribus de la zona y al hombre blanco gracias a su dominio del caballo y de la guerra.

La mañana del 19 de Mayo de 1836 una de las pequeñas del clan, Cynthia Ann Parker, de nueve años,  juega en los alrededores de la empalizada mientras los hombres trabajan en los campos de maíz y las mujeres laboran en el interior del fuerte incomprensiblemente abierto de par en par. Reciben la visita de una banda de comanches que les piden comida y agua, los hombres se acercan y enseguida caen abatidos por las  lanzas y  flechas, antes  de morir les cortan los genitales y les arrancan las  cabelleras. Las mujeres corren despavoridas pero enseguida son alcanzadas por los indios, la abuela del clan es clavada al suelo con lanzas y violada  repetidamente. Un  bebé que no para de llorar es arrancado de los brazos de su madre y degollado. Cynthia Ann Parker es  hecha cautiva y conducida al campamento indio, allí es  testigo de cómo su tía es violada y torturada por los comanches. Rachel Parker, la  tía de Cynthia fue liberada meses después. Cynthia Ann permaneció cautiva de los comanches veinticuatro años. A los pocos meses había olvidado el inglés y había adoptado la lengua y las costumbres de los comanches, hasta el punto de que se casó con el jefe comanche Peta Nocona con el que tuvo tres hijos, uno de los cuales, Quanah , fue el último guerrero caudillo de los comanches, el último que se rindió al hombre blanco.
 
 
Cynthia Ann Parker con su hija Flor de la Pradera tras ser
 "liberada" de los comanches.
 
  
 La historia del secuestro y cautiverio de Cynthia Ann Parker corrió como la pólvora por la costa  este y los  asentamientos de colonos del oeste. Comerciantes, cazadores y exploradores decían haber visto a la comanche de ojos azules, la realidad se  empezó a fundir con la leyenda. La leyenda de Cynthia Ann Parker dio origen un siglo después a uno de los westerns más bellos de la  historia del cine, a una de las  películas más hermosas y emocionantes que yo he visto, Centauros  del desierto de John Ford, en la que John Wayne interpreta al tío de Cynthia Ann,  James Parker, que la buscó durante diez años. Sin embargo la realidad suele ser más árida y compleja que la ficción y la leyenda.  En la realidad de Cynthia Ann Parker no hay final feliz, no es devuelta por su voluntad a su familia mientras suena la música de Max Steiner, no aparece entre el polvo  del desierto de Texas llevada a caballo por John Wayne, no es felizmente entregada a sus tíos, que la ven llegar desde el porche de la  casa. Qué gran película.
En 1860 cuando su hijo mayor Quanah tenía 12 años, Cynthia Ann fue capturada por los rangers durante un ataque a su poblado, ataque en el que fueron asesinados (con parecida saña a la que usaron los comanches  en 1836 con su familia biológica) todos los miembros de su tribu incluido su marido. Sólo sobrevivieron ella y su hija pequeña Flor de la Pradera, sus ojos azules la delataron como la  Squaw blanca. Quanah consiguió escapar. Cuando Cynthia Ann Parker fue devuelta a los suyos tenía 34 años, durante su cautiverio se había  escondido y escapado del hombre blanco en varias ocasiones por miedo a que la devolvieran a los de su raza.  Algo que dejaba perplejo al hombre blanco, que en su ciego etnocentrismo no era capaz de entender cómo una blanca, pudiendo escoger entre la civilizada, industrializada y cristiana cultura europea, y la primitiva cultura comanche, prefería  la segunda. Cynthia Ann no  consiguió adaptarse a “los suyos”, intentó huir y volver con los comanches sin éxito. Se encerró en sí misma y cayó  en una profunda depresión,  su familia y allegados concluyeron cómodamente que se había vuelto loca. Su hija Flor de la Pradera murió  de unas fiebres tiempo después de ser devuelta a los blancos. Cynthia Ann dejó de hablar y de comer y murió en 1870. Su hijo Quanah, el último comanche, siguió dando guerra hasta que fue confinado en una reserva en 1875.

La historia de Cynthia Ann Parker y de su hijo Quanah es el hilo conductor del magnífico ensayo de S.C. Gwynne, El imperio de la luna de agosto. Auge y caída de los comanches. He disfrutado mucho con este libro. Un libro que como dice una crítica del New York times deja polvo y sangre en los vaqueros, y que cuenta el auge  y la caída de una  civilización, de  una  cultura ancestral aplastada por otra nueva.
 
Probablemente la desaparición de  la  cultura  comanche ya era un hecho cuando el Mayflower llegó a las costas de Massachusetts en 1620, desde que los primeros colonos pisaron aquellas tierras de la costa este  y se  las  quedaron convencidos de que el etnocentrismo y el  “Destino  manifiesto” les daba derecho a ello. Luego siguieron llegando y no se  conformaron con las colonias de la costa  este, así que siguieron hasta  los Apalaches los  atravesaron y siguieron avanzando y llegando, en su avance tropezaban con las tribus indias (unas  más  hostiles que otras)  a las que masacraron sin piedad a medida que se acercaban a la  costa oeste. Hasta que llegaron a territorio comanche, la comanchería, allí los indios guerreaban a caballo y eran los mejores jinetes y guerreros que jamás  había visto el hombre blanco, además los mustangs que montaba eran más rápidos  y fuertes que los de los rostros pálidos.  Aunque parezca mentira, los aparatosos fusiles de un sólo disparo de los colonos que era necesario volver a cargar bajando del caballo no podían competir con los arcos que los comanches usaban con gran rapidez y precisión desde sus monturas. Durante un tiempo parte de la  comanchería fue territorio impenetrable. Incluso el gobierno estadounidense se planteó renunciar a esas tierras y dejárselas a sus dueños, los comanches.  Pero ya se  sabe, el destino manifiestamente manifiesto era providencial para los colonizadores; las enfermedades, las  armas de repetición, y la  caza indiscriminada del búfalo hicieron el resto.


 

Se suele hablar del  curso de la  historia y del mencionado "Destino manifiesto" a la hora de justificar lo que ocurrió con los nativos durante la conquista y colonización de  América. Parece que hay discrepancia  entre los expertos e historiadores en la  materia a la hora de hablar de genocidio indio. Muchos opinan que no es el término más adecuado  para explicar la desaparición de  los indios americanos y su cultura, ya que la  principal causa de muerte de los nativos americanos no fue la guerra o las matanzas indiscriminadas sino las enfermedades, parece que la  gran mayoría  de los indios americanos murieron a causa de enfermedades traídas por los europeos. En mi opinión, aunque esto fuera así,  no nos deja en mejor lugar como cultura o como civilización. Enfermedades, guerras, matanzas,  expolio natural... Se mire por donde se mire  el carácter de la conquista y colonización de los europeos en las tierras primitivas fue brutal, y no sólo en América. Esta es una de las muchas cuestiones que plantea este libro que los amantes  de la historia disfrutarán, un libro que rompe varios mitos y tópicos respecto a la cuestión india en Norteamérica.  Los amantes de la historia y del western lo disfrutaran doblemente, porque aunque este ensayo no se apoya en la  ficción ni en la leyenda, evoca continuamente los grandes clásicos del género que recrearon a su manera la historia de la formación de un país. No  perdáis de vista El imperio de la luna de agosto.Auge y caída de los comanches, y ya que estáis, y para desengrasar, pegaros un chute de ficción y de  leyenda viendo Centauros del desierto.



Saludos cordiales.  

-El imperio de la luna de agosto. Auge y caída de los comanches. S.C. Gwynne. Editorial Turner. 2011. 486 páginas. 28 eurazos. De momento no hay edición de bolsillo.

Otros libros sobre el tema:

-El imperio comanche. Pekka Hamalainen. 2013. Editorial península.
-Indios Norteamericanos. Gregorio Doval. 2009. Editorial Nowtilus.
-La conquista del oeste. Gregorio Doval. 2009. Editorial Nowtilus.