El Teniente Jimmy Cross llevaba cartas de una joven llamada Martha, estudiante de tercer año en el Mount Sebastian College de Nueva Jersey. No eran cartas de amor, pero el teniente Cross no perdía las esperanzas, así que las guardaba dobladas y envueltas en plástico en el fondo de la mochila. Al caer la tarde, después de un día de marcha, cavaba su pozo de tirador, se lavaba las manos bajo un cantimplora, desenvolvía las cartas, las sostenía con las puntas de los dedos y se pasaba la última hora de luz cortejándola. Imaginaba románticas acampadas en las Montañas Blancas de New Hampshire. A veces saboreaba la solapa engomada de los sobres, porque su lengua había estado allí.
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Las cosas que llevaban eran determinadas, en general, por la necesidad. Entre las indispensables o casi indispensables estaban abrelatas P-38, navajas de bolsillo, pastillas para encender el fuego, relojes de pulsera, placas identificativas, repelente contra los mosquitos,chicle,caramelos, cigarrillos, tabletas de sal, paquetes de Kool-Aid, encendedores, fósforos, aguja e hilo de coser, certificados de pago de haberes militares, raciones de campaña y dos o tres cantimploras de agua. En conjunto estos objetos pesaban entre cinco y siete kilos, dependiendo de cada hombre y su metabolismo.
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Las cosas que llevaban estaban determinadas hasta cierto punto por la superstición. El Teniente Cross llevaba su guijarro de la buena suerte. Dave Jensen llevaba una pata de conejo. Norman Bowker, por lo demás una persona muy amable, llevaba un pulgar que le había regalado Mitchell Sanders. El pulgar era pardo oscuro, gomoso al tacto, y pesaba cuarenta gramos como máximo. Se lo habían cortado al cadáver de un vietcong, un muchacho de quince o dieciséis años. Lo encontraron en el fondo de una acequia, con graves quemaduras y moscas en la boca y los ojos.
Las cosas que llevaban
Tim O`Brien
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Llegué a este libro gracias a un taller de relato breve al que asistí el año pasado. Los párrafos que aquí comparto formaban parte del tema que trataba sobre el arranque de un relato o una novela, sobre cómo comenzar. El arranque, la primera frase, es muy importante en el los relatos cortos porque de ellos va a depender que el lector fije la atención o no. En este magnífico relato, O´Brien presenta al personaje principal en la primera frase y nos da algunos detalles que van a hacer que prestemos atención y queramos saber más del Teniente Cross, de cómo llegó a Vietnam, de las cartas que lee cada tarde, y de Martha , que en la segunda frase ya sabemos que no es su novia formal sino una joven a la que pretende.
En el taller, aquel día, sólo leímos estos tres párrafos del libro, pero yo quería leerlo entero. En cuanto salí me fui a una librería y lo encargué, cuando lo recibí lo leí prácticamente del tirón, y desde entonces lo recomiendo siempre que puedo.
Este libro no se centra en los horrores de la guerra, como la mayoría de los libros del género, sino en la impedimenta que llevan los soldados, la impedimenta material, a la que se aferran para salvar la vida, y la espiritual; la memoria, los recuerdos, los objetos y amuletos que les mantienen conectados a su vida civil, a lo que eran antes de que les dieran un fusil y les ordenaran matar al enemigo. Tim O`Brien combatió en Vietnam y de su experiencia nació este libro en el que a ratos aparece como un soldado más o como un escritor maduro que recuerda su experiencia. O´ Brien era un joven universitario con conciencia política cuando le reclutaron para ir a Vietnam, un joven que no creía en el relato oficial que justificaba la participación en aquella guerra. Las cosas que llevaban no es una novela, es un libro de relatos centrados en la Guerra de Vietnam. Un libro duro y hermoso, desgarrador y necesario. No lo perdáis de vista.
-Las cosas que llevaban los hombres que lucharon. Tim O´Brien .Anagrama(Otra vuelta de tuerca). 2011. Traducción de Elvio E. Gandolfo.