Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
Un misterioso sol amanecía.

José Hierro

sábado, 30 de noviembre de 2013

El imperio del crimen

 
 


Scarface, el terror del hampa. Howard Hawks. 1932.


Después de la Segunda Guerra Mundial, los índices de  criminalidad aumentaron considerablemente  en  todos los países que estuvieron implicados en el conflicto. Atracos a mano armada, asesinatos, contrabando, guerra entre bandas de gangsters, crímenes pasionales, asesinatos en serie  y violaciones ocupaban las páginas de los diarios de Estados Unidos, Francia, Alemania, Gran Bretaña y otros lugares. El fenómeno no era nuevo, ya se había dado tras la Primera Guerra Mundial, pero tras la segunda el tema  se recrudeció y  las alertas contra el crimen se activaron. En este sentido, el crítico de cine francés Noël Simsolo  aporta en su  magnífico ensayo  El cine negro  parte de un artículo muy interesante escrito  por el cineasta Erich Von Stroheim a finales de 1945.
“Los problemas de la guerra y de la posguerra son universales. Me marcho de los Estados Unidos, donde está causando estragos una ola de crímenes, llego a Francia y en la portada de todos los periódicos leo en grandes titulares: ALERTA CONTRA EL CRIMEN. He oído decir que en todos los países afectados por el conflicto ocurre lo mismo. Desgraciadamente, es una de las secuelas más horribles de la guerra. No es posible reunir impunemente a millones y millones de hombres, inculcarles una mentalidad asesina, entrenarlos física y moralmente en los métodos más modernos y más refinados de la supresión de su prójimo, enviarlos a probar la excelencia de estas técnicas en los países más remotos y pedirles que pierdan bruscamente las buenas costumbres adquiridas con tanto esfuerzo.”
Artículo de Erich Von Stroheim en la revista Ambiance. Diciembre de 1945.
 
Este clima de violencia que se dio entre las dos guerras mundiales y tras la segunda, aumentó el gusto por lo policíaco entre el gran público consumidor de cine y literatura popular. Películas y novelas se llenaron de detectives, gangsters, asesinatos y atracadores de bancos. Algunos países, preocupados  por la glorificación de los criminales que creían que se hacía en estas novelas y películas, tomaron medidas y exigieron a editores y productores finales ejemplarizantes. Se acusaba a estas historias de pervertir mentes e inducir al delito y al asesinato. En este ambiente aparece la Ley Hays, que censura el cine norteamericano desde principios de los años treinta hasta finales de los sesenta. Se prohíben las películas que rebajen la moral del espectador e inviten al vicio y a la maldad, se censuran las  que ridiculicen la ley natural y simpaticen con los delincuentes. Se prohíbe mostrar técnicas de robo o asesinato. Los directores toman nota y hacen trampas,  en lugar de mostrar insinúan, en lugar de ponernos un plano del malo apuñalando o apaleando a su víctima, sacan el vil acto de cuadro y la cámara sale por una ventana  y se centra en el tráfico de la calle, en una foto sobre la mesilla de noche,  o en un teléfono que suena, no vemos el crimen pero lo escuchamos o lo intuimos. Los censores siempre han pecado de subestimar la imaginación y el sentido común.
Salvo por parte de algunos que defendían su enfoque crítico, el cine negro era atacado y despreciado por buena parte de la crítica  por su amoralidad y su violencia gratuita. Algo parecido ocurrió a mediados de los años sesenta en el contexto de la guerra de Vietnam. Cuando el cine norteamericano se llenó de perdedores , violencia explícita,  sangre a borbotones y disparos a quemarropa,  la controversia sobre la violencia en el cine volvió a estar en la palestra.
En el cine negro encontramos dos tipos de malos, están los malos malos y los malos buenos. Los malos buenos suelen ser atracadores que sólo utilizan el arma como último recurso, tipos que salen de la cárcel o vuelven de la guerra y se encuentran un país devastado que no les ofrece ninguna oportunidad, tipos que buscan dar un último golpe y retirarse a vivir sin sobresaltos, tipos que tras reunirse  con sus compinches en una garaje  para planear un robo a una joyería o a un banco, vuelven a casa a cenar con la familia y le cuentan un cuento a su hijo antes de dormir. Estos, a pesar de estar al margen de la ley, se atienen a una moral, a una ética, a unos valores.
 
Tony (de pie, repeinado y con corbata), recién salido de la cárcel, prepara junto a sus compinches el robo de la joyería más protegida de París en Rififí  (Du rififi chez les hommes), la obra maestra escrita y dirigida en Francia  por Jules Dassin y estrenada en 1955.
  
Luego están los malos malos, que suelen ser gangsters de gatillo fácil que primero disparan y luego preguntan, los que son capaces de matar a un niño o a una ancianita para no dejar testigos, gente que disfruta del asesinato o que lo toma como algo que forma parte del oficio "no es nada personal, sólo negocio".  Estos se pasan por el arco del triunfo la ética, la moral, los valores y todo lo demás.
Esta dualidad del mal se aprecia muy bien en algunos clásicos del cine negro como Rififi de Jules Dassin, La jungla de asfalto de John Huston y El beso de la muerte de Henry Hathaway. Esta última la vi el mes pasado en la filmoteca, que dedicó dos meses a la filmografía del gran director. En El beso de la muerte tenemos a Richard Widmark haciendo de malo malo, y a Victor Mature haciendo de malo bueno.  Mature interpreta a un  atracador al que pillan tras robar una joyería y que negocia con la policía para poder salir de la cárcel y ver a sus hijas. Widmark, que debutó en esta película,  encarna a un gánster despiadado y psicópata de risa floja, y lo borda. Gracias a esta primera interpretación en el cine Richard Widmark obtuvo la única nominación al Óscar de su carrera. El beso de la muerte es de las pocas películas del período clásico en la que vemos al malo malo en plena acción. Normalmente en las películas de los años cuarenta y cincuenta sabemos que el malo malo es malísimo por su aspecto, por su reputación , por lo que cuentan de él. En esta película y en esta mítica escena, Tommy Udo (Richard Widmark) demuestra que su reputación no es una leyenda urbana. 

Tommy sale de la cárcel y acude en busca de uno de los soplones que le delató.
 
 
 Un peliculón, fue un lujo volver a verla en cine y en versión original. 
 
No perdáis de vista las películas mencionadas ni el estupendo ensayo sobre el cine negro de Noël Simsolo, un libro esclarecedor en muchos aspectos,  porque rompe con la tendencia, todavía demasiado habitual, de presentar el cine negro como un género estanco con fronteras muy delimitadas. Simsolo acude a las fuentes, a las literarias y a las cinematográficas, remontándose a la novela naturalista del XIX y al cine mudo. Se mire por donde se mire el delito y el asesinato siempre han estado presentes  en  la literatura ( y luego en el cine), desde la antigüedad con las tragedias griegas y los relatos bíblicos, hasta nuestros días con las novelas de James Ellroy. El primer crimen de la literatura lo tenemos en el Libro del Génesis, en el capítulo titulado  Caín y Abel, tenemos el crimen, la investigación, el culpable, el interrogatorio y la condena. De hecho en la Biblia están ya todos los géneros literarios. En literatura está todo inventado desde hace un montón de años.

Saludos cordiales.
-El cine negro (Pesadillas verdaderas y falsas). Noël Simsolo.  Alianza Editorial 2007. Probad en bibliotecas públicas, yo lo encontré. No obstante ya ha salido la edición de bolsillo a precios populares, 12,50. Noël Simsolo nacido en Périgueux Francia en 1944, es director, guionista e historiador de cine. El libro se publicó en Cahiers du cinéma en 2005. En 2007 Alianza lo publicó en España traducido por Alicia Martorell Lineras. Viene ilustrado con unas fotos cojonudas. Me lo voy a regalar.

-Ficha de películas mencionadas y recomendadas:
Scarface, el terror del hampa.
 Rififi
La jungla de asfalto
El beso de la muerte