Dickens fue unos de los grandes novelistas del siglo XIX junto con Zola, Tolstoi, Sthendal, Galdós o Clarín, y fue de los primeros en desviar la mirada hacia la tragedia y la miseria que la vida moderna, la revolución industrial y el desarrollo urbano dejaban a su paso, poniendo el dedo en la llaga de la cochambre, el charco y la pobreza que la sociedad victoriana de su tiempo escondía, sin mucho disimulo, debajo de la alfombra. Dickens escribió unas quince novelas pero su libro más popular, el más editado y del que se han hecho más adaptaciones fue Canción de Navidad, hay versiones teatrales, musicales y cinematográficas a porrillo.
Ayer me pasé toda la tarde leyendo Canción de Navidad en una edición muy chula que me regaló mi hermana hace un par de años, lo leí de una sentada espachurrado en el sillón mientras en la calle llovía y hacía frío. El rico y avaro Scrooge, el pequeño Tim y los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras forman parte del imaginario popular. En este cuento, como en todos sus libros, Dickens hace crítica de una sociedad que explotaba a los pobres sin despeinarse. Algunos dicen que este libro publicado en 1843 cambió la manera de celebrar la Navidad, por lo visto en 1843 lo de las navidades estaba de capa caída, y este cuento de fantasmas contribuyó a animar la cosa y a recuperar el espíritu navideño. Me parece a mí que a Dickens no le gustaría mucho el mundo de hoy, ni las navidades de hoy, en mi opinión, la que liamos en nuestros días entre el 1 de diciembre y el 6 de enero nada tiene que ver con lo que pretende transmitir el libro. El caso es que después de leer a Dickens, me he acordado de cuando me gustaban las navidades, de cuando era niño y montaba el belén con mis hermanos, de la cabalgata, de la noche de reyes y todo lo demás, era muy divertido. Luego uno fue perdiendo la inocencia, la ilusión y la fe, y empezó a despotricar y a llenarse de prejuicios con respecto al tema.
Lo que más me mosquea de las navidades de estos tiempos es la moda de los papanoeles trepadores, cada año son más, están por todas partes, a principios de Diciembre aparecen dispersos, el día 24 serán legión.
La primera vez que vi a Papa Noel fue en casa de un vecino del bloque de viviendas militares en el que vivíamos en Jerez de la Frontera, yo tendría siete u ocho años. Mi vecino se llamaba Dani y era medio inglés, su padre era del Cuerpo de Ingenieros y de Toledo, su madre, Susan, era ama de casa y de Inglaterra. Lo que más me gustaba de bajar a casa de Dani era jugar con los Geyperman vaqueros que tenía con caballo y todo, que eran una pasada, comer las galletas rellenas de limón que nos daba su madre, que estaban cojonudas, y escucharles hablar en inglés. Dani y sus hermanos hablaban en inglés con su madre y en español con su padre. Yo al principio no sabía que hablaban inglés, hablaban raro sin más, fue mi padre el que me aclaró que no es que hablaran raro sino en otro idioma. No fui a colegio bilingüe.
Un día, en vísperas de Navidad, bajé a jugar a casa de Dani y vi colgado del picaporte de su habitación un calcetín rojo enorme. Eso qué es, es un calcetín para que Papa Noel meta los regalos, y ese quién es, es un señor que trae regalos a los niños el día de Nochebuena, Dani sacó una tarjeta con un dibujo de Papa Noel y me lo enseñó; gordinflón, abuelete, mofletes sonrosados, pelo y barba blancos, vestido de rojo y tocado con un gorro con borla. Dani me dijo que se movía en un trineo tirado por renos, que uno de los renos se llamaba Rudolph…, y que entraba en las casas por la chimenea..., pues en tu casa no hay chimenea…, se quedó seco, gran tipo Dani, uno de mis mejores amigos de la infancia, a menudo me acuerdo de él. La primera impresión que me causó Papa Noel fue bastante mala, me pareció un flojo y un patán en comparación con gente seria como los Reyes Magos, esa es la verdad. Desde entonces no le soporto.
Un día, en vísperas de Navidad, bajé a jugar a casa de Dani y vi colgado del picaporte de su habitación un calcetín rojo enorme. Eso qué es, es un calcetín para que Papa Noel meta los regalos, y ese quién es, es un señor que trae regalos a los niños el día de Nochebuena, Dani sacó una tarjeta con un dibujo de Papa Noel y me lo enseñó; gordinflón, abuelete, mofletes sonrosados, pelo y barba blancos, vestido de rojo y tocado con un gorro con borla. Dani me dijo que se movía en un trineo tirado por renos, que uno de los renos se llamaba Rudolph…, y que entraba en las casas por la chimenea..., pues en tu casa no hay chimenea…, se quedó seco, gran tipo Dani, uno de mis mejores amigos de la infancia, a menudo me acuerdo de él. La primera impresión que me causó Papa Noel fue bastante mala, me pareció un flojo y un patán en comparación con gente seria como los Reyes Magos, esa es la verdad. Desde entonces no le soporto.
Le pregunté a mi padre por qué Papa Noel no pasaba por casa el día de Nochebuena, mi padre me dijo que Papa Noel sólo se pasaba por casa de los niños ingleses y americanos. Cuando yo era niño en mi casa no había Papá Noel ni árbol de Navidad, había portal de Belén y Reyes Magos. La Navidad empezaba el 20 de Diciembre, cuando nos daban las vacaciones y montábamos en familia el belén, era cuando sólo había dos canales en la tele y el cine norteamericano todavía no había entrado en las casas del españolito medio, ni habíamos empezado a adoptar sus clichés navideños. Poco tardaron los grandes almacenes en abrir el melón e importar el modelo, convirtiendo la Navidad, una fiesta religiosa, en un carajal lleno de luces, tarjetas echando humo y papanoeles trepadores.
No me gusta la Navidad, pero no por una cuestión religiosa, no me gusta por el empacho de luz y color, consumismo compulsivo, solidaridad de salón y buen rollo impostado que supone. Todos los años amenazo con quedarme solo en casa en Nochebuena, zampándome un whopper y bebiendo birra fría en calzoncillos mientras me veo una del oeste, pero nunca cumplo, y acabo hecho un pincel donde me toque pasándolo de puta madre. Eso sí, sé por qué me junto en Nochebuena, a pesar del árbol, el moñas de Papa Noel y el Corte Inglés, por tradición, la tradición que hace que cada 24 de Diciembre nos juntemos para celebrar una fiesta cristiana, el nacimiento de Jesús de Nazaret en Belén. No soy creyente y celebro la Navidad sin fe, pero me toca las pelotas que muchos comecuras intenten quitarle el sentido religioso haciendo hincapié en lo que se ha convertido la cosa a causa de la sociedad de consumo, (éstos también se ponen flamencos y se juntan para comer y beber de lo bueno), quédate en casa cenando una pizza recalentada y no me toques las pelotas con lo de la fiesta pagana, me vas a contar tu a mí por qué me junto yo en Nochebuena.
Saludos cordiales…, ah no, feliz Navidad, y no olvidéis leer a Dickens todo el año.