William Munny era un ladrón, un pistolero y un borracho, un asesino sin entrañas capaz de matar a mujeres y niños, un hijo de perra capaz de disparar contra cualquier cosa que tuviera vida y se moviera. Una vez, sin ninguna razón, disparó a un granjero en la boca y los dientes le salieron por el cogote . William Munny y su banda, robaron y asesinaron a discreción en el lejano oeste, amparados en la ausencia de leyes y la lenta llegada de la civilización, ejerciendo la ley del más fuerte y el más malo.
Una
hermosa y pretendida muchacha se enamoró de William Munny y se casó con él, con
el consiguiente disgusto de la madre, que conocía la fama de criminal del
pistolero. El temible forajido encontró la redención, su esposa le curó del whisky y
de la maldad, y le convirtió en granjero y padre de familia. En contra de lo
que sospechaba la madre, no fue William Munny el que mató a su hija, sino la
viruela. Ahora, el antiguo pistolero mal vive con sus hijos en una humilde granja persiguiendo cerdos enfermos y llevando flores a la tumba de su esposa. Así lo encuentra
Schofield Kit, un pistolero en ciernes que busca un socio para ir a matar a dos
vaqueros que han acuchillado a una prostituta. Las compañeras de la agredida ofrecen una recompensa de mil dólares.
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William Munny (Clint Eastwood) en Sin perdón (Unforgiven) de Clint Eastwood. 1992. |
Con Sin Perdón, Clint Eastwood cogió al maltrecho western y lo puso patas
arriba. Unforgiven es un western pero no lo es, la película desmitifica el
género de arriba abajo, no hay pistoleros de una pieza que disparan a monedas
lanzadas al aire para demostrar su rapidez y puntería, ni duelos al sol. Al principio no sabemos muy bien si el malo es el malo y el
bueno es el bueno o al revés, no estamos seguros de nada, no es un western más o un homenaje al western
clásico. En el primer visionado la película resulta incómoda para los aficionados al
género, hasta que no termina no sabe uno muy bien de qué va la cosa. Con el cine de género se suele dar mucho por sentado, y en esta película nada es lo que parece.
José Luis Garci dijo en un artículo que escribió para ABC en
1993 a propósito de la ceremonia de los Oscar, que Sin perdón era Raíces Profundas (George Stevens.1953) pero al
revés. Es verdad, haced la prueba.
Con Sin Perdón, Clint Eastwood se ganó el favor de la crítica, y no sólo en Estados Unidos. Los que llevaban años y años vapuleándole se rindieron ante esta película y empezaron a llamarle autor. Es curioso porque en Sin perdón están los temas que Eastwood llevaba abordando durante años en su cine: la vejez, la violencia, la redención, la venganza… Temas que estaban incluso en sus películas más patrioteras y denostadas, como es el caso de El sargento de hierro, que siempre me quedo a ver cuando la pasan por la tele. El mérito de Sin perdón no recae sólo en Eastwood claro, ahí está el magnífico guión de David Webb Peoples que llevaba años metido en un cajón, y los actores, todos enormes hasta el último secundario, y la formidable fotografía de Jack N. Green. En esta película hay planos, encuadres y cielos que me recuerdan a lo mejor de Ford. Ayer la volví a ver en DVD, en la tele grande con las persianas bajadas, cuando terminó, con esa mítica secuencia final que empieza con William Munny entrando al pueblo en plena noche lluviosa, como siempre que la veo, me acordé de El corazón de las tinieblas de Conrad.
Con Sin Perdón, Clint Eastwood se ganó el favor de la crítica, y no sólo en Estados Unidos. Los que llevaban años y años vapuleándole se rindieron ante esta película y empezaron a llamarle autor. Es curioso porque en Sin perdón están los temas que Eastwood llevaba abordando durante años en su cine: la vejez, la violencia, la redención, la venganza… Temas que estaban incluso en sus películas más patrioteras y denostadas, como es el caso de El sargento de hierro, que siempre me quedo a ver cuando la pasan por la tele. El mérito de Sin perdón no recae sólo en Eastwood claro, ahí está el magnífico guión de David Webb Peoples que llevaba años metido en un cajón, y los actores, todos enormes hasta el último secundario, y la formidable fotografía de Jack N. Green. En esta película hay planos, encuadres y cielos que me recuerdan a lo mejor de Ford. Ayer la volví a ver en DVD, en la tele grande con las persianas bajadas, cuando terminó, con esa mítica secuencia final que empieza con William Munny entrando al pueblo en plena noche lluviosa, como siempre que la veo, me acordé de El corazón de las tinieblas de Conrad.