Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
Un misterioso sol amanecía.

José Hierro

lunes, 29 de abril de 2013

Vicisitudes, peripecias, trances


 Ya sé quien dijo aquello de que los objetos son anzuelos para pescar recuerdos, despertadores de la memoria. Fue Justo Pastor Mellado, os dejo la cita completa.

 "La memoria es un río habitado por peces esquivos. Se parece mucho a un cuadro de Paul Klee. A veces los recuerdos brincan fuera del agua y enseñan su lomo plateado y curvo. Pero en otras ocasiones necesitamos pescarlos. Los objetos son anzuelos para pescar recuerdos. O redes barrederas para lo mismo. Son despertadores de la memoria"

 Justo Pastor Mellado 1999.

 

El caso es que hace unos días volví a recordar esta frase cuando en un cajón arrumbado de una librería de viejo encontré esto:
 
 

 
 
 
De golpe volví a finales de los 70 y principios de los 80, a Jerez de la Frontera donde nací y viví hasta los 11 años. Los sábados mi padre nos daba a mis hermanos y a mí cinco duros para chucherías y lo que costaba el Joyas literarias. Estos tebeos y una Biblia infantil con ilustraciones a todo color fueron el primer contacto que yo tuve con la literatura. Llegamos a completar la colección, pero se perdió en alguna mudanza o en algún zafarrancho de limpieza junto con los libros de los cinco y muchas otras cosas, qué pena. La colección Joyas literarias juveniles adaptó alrededor de 250 clásicos de la literatura al  tebeo; Julio Verne, Emilio Salgari, Mark Twain, Dumas, Dickens y muchos otros. Gracias a estos tebeos no me quedaba con cara de armario empotrado (como los chavales de ahora) cuando escuchaba hablar de los clásicos.   Me gustaban todos pero entre mis favoritos de la colección estaban Miguel Strogoff de Julio Verne, La isla del Tesoro de Stevenson y Entre apaches y comanches de Karl May.
 
Pegué la hebra con el librero. Le pregunté cómo iba el negocio y me dijo que mal, que las librerías de viejo son una especie en extinción, que apenas hay relevo generacional, que la mayoría de los que leen (cada vez son menos) sólo quiere novedades y libros de autoayuda. Le pegamos un repaso al mercado editorial y al libro electrónico para acabar hablando de cine y del cierre de las salas Renoir. Mientras hablaba con el librero entró una rubia de las que cortan conversaciones,  se tropezó con una mesa cargada de libros y le cayó en un pie el tomo I de las obras completas de Julio Cortázar editado por RBA, un tocho considerable, le tuvo que doler, la rubia entendió aquello como una premonición y se llevó medio Cortázar a su casa.

Seguí rebuscando y haciendo cuentas de lo que me podía llevar con mi presupuesto de 15 euros. En la sección de historia y política di con varias cosas interesantes; los dos tomos de La guerra civil española de Hugh Thomas, Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt, y con un librito que lleva toda la vida en mi casa y que fue el primer ensayo político que leí, Introducción a las doctrinas político-económicas de Walter Montenegro. Este último es un librito muy recomendable, y también el de Hanna Arendt, sobre todo en estos tiempos, en los que los términos, totalitario, nazi y fascista son utilizados con tan poco rigor por uno y otro redil ideológico para atacar al contrario. Las palabras nazi, fascista y totalitario se han convertido últimamente en palabras comodín metidas con calzador para avivar la gresca política, valen para un roto y para un descosido, son como el y tú más o el caca culo pedo pis de los niños.
 
 
 
 Al final me llevé los dos tomos de Hugh Thomas y el joyas literarias de recuerdo, el librero me lo regaló, un tío muy majo. Para Los orígenes del totalitarismo no me dio el presupuesto, así que patrullé por las  bibliotecas para buscarlo. En la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras lo tenían, pero cuando fui a sacarlo me dijeron que nones porque no había renovado la cuota de socio de la Asociación de Antiguos Alumnos de la universidad que da derecho entre otras cosas a sacar libros de la biblioteca.  Son 40 eurazos al año, así que he decidido que a partir de ahora seré antiguo alumno outsider e iré por allí sólo para consulta. Cuando salí de la biblioteca me encontré con mi antiguo profesor de contemporánea y estuvimos charlando un rato en el pasillo.

Empezamos con las preguntas de rigor (cuánto tiempo, cómo le va, que hizo después de licenciarse y todo lo demás)  y seguimos con cómo está la universidad y el gobierno para acabar hablando de las maldades y las bondades de internet, del arma de doble filo que supone tanta información a un solo click y del papel que juega este torrente a la hora de analizar la actualidad y la historia.  Es muy “fácil” formarse un criterio cuando la ignorancia se cura a base de click y Wikipedia. En estos tiempos formarse un criterio propio no supone ningún esfuerzo, basta con los medios de comunicación, con la historia que cuenta la tribu, el partido, o el ideario político al que uno se adhiere con fe ciega. Con Wikipedia, con las redes sociales y con el yo me lo guiso yo me lo como que fomenta internet. Contrastar la información, buscar otro punto de vista, investigar si es fiable y veraz  lleva tiempo y requiere esfuerzo, además nos podemos llevar un chasco, lo natural es quedarnos con la versión que más se acomoda a nuestra ideología política, o a nuestra circunstancia personal. Leer a varios autores que escriben sobre el mismo tema es un coñazo y una pérdida de tiempo cuando a golpe de ratón podemos resolver una duda o reafirmarnos en una idea.
Y es  que resulta que formarse un criterio propio y auténtico es más difícil de lo que parece. Aparte del sectarismo de los partidos y de los medios de comunicación, hay que lidiar con lo que se publica y se comparte en la red. Cada día proliferan como setas tertulianos, charlistas, fundamentalistas de la verdad, y gurús elevados a la categoría de profetas por uno y otro redil ideológico con discurso uniformado y lección de historia sesgada. Conferencias y video montajes que pretenden explicar un siglo de historia en media hora, o en cinco minutos abundan en internet, la mayoría  muy sesgados y acomodados a la ideología correspondiente. El personal se los traga con envoltorio y todo.  El espíritu crítico, la reflexión y el debate prácticamente han desaparecido.  Así nos luce el pelo.
Lo de las bondades y ventajas de internet (que claro que las hay) lo dejamos para otro día, hoy tocan las maldades.
Hablamos también de Hannah Arendt (el tema se merece una entrada) y de su libro. Me dio rabia no poder llevarme el libro pero me alegró haberme encontrado con mi antiguo profesor y charlar un rato con él. Gran profesor y gran tipo. Recuerdo lo que nos dijo cuando salió el tema de la guerra civil española; cuidado con los autores sectarios, cuidado con el sentimentalismo y el resentimiento a la hora de abordar la historia, cuidado con internet, contrasten siempre.

 Al final encontré Los orígenes del totalitarismo en una biblioteca pública (todavía quedan), leí este libro hace años  en la facultad cuando estudié historia contemporánea, y me lo estoy  leyendo otra vez ahora, lo alterno con La guerra civil española de HughThomas, y con las novelas de Juan Madrid. Voy por la última entrega de la saga de Toni Romano. Toni Romano ya está entre mis personajes de ficción favoritos, junto a Jean Valjean, Ulises, Don Quijote, Homer Simpson, Atticus Finch y otros.

Después de las andanzas librescas me fui al bar de mi barrio a desengrasar y pegué la hebra con el dueño mientras me ponía una birra. El dueño del bar de mi barrio lleva 40 años tirando cañas detrás de una barra y no ha leído un libro en su vida ni tiene intención de hacerlo, pero da gusto hablar con él de la vida, de política y de lo que sea. Luego llegaron unos amigos y estuvimos de charla mientras seguíamos con las birras y las tapas, hablamos de lo que hablan los amigos cuando se juntan, de todo un poco. Llegó la hora del cierre, el dueño se quería ir, nosotros no, así que le pedimos que nos pusiera hielo en una bolsa y nos fuimos a mi casa a dar cuenta de una botella de White Label mientras seguíamos hablando de todo un poco. Cuando se acabó la botella la conversación empezó a decaer, alguien sugirió buscar un bar abierto pero finalmente optamos por la prudencia y por no cruzar el punto de no retorno (ya estaba bien para un martes), hace 20 años habríamos optado por la imprudencia y habríamos cruzado el punto de no retorno sin pensarlo. Habríamos llegado a currar de empalmada. Es un coñazo hacerse mayor... 
 

Saludos cordiales.