Cada combate de boxeo es una historia: un drama sin palabras, único y sumamente condensado. Incluso cuando no sucede nada sensacional: entonces el drama es "meramente" psicológico. Los boxeadores están ahí para establecer una experiencia absoluta, una pública rendición de cuentas de los límites máximos de su ser; ellos saben, como pocos podríamos saber de nosotros mismos, qué poder físico y psíquico poseen: de cuánto son capaces. Entrar en el ring medio desnudo y para arriesgar la propia vida es hacer de su público una especie de voyeur...el boxeo es tan íntimo. Es salirse de la conciencia de la cordura para entrar en otra, difícil de nombrar. Es arriesgarse, y a veces alcanzar, la agonía (del griego agón, contienda) de la cual es raíz.
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No tengo la pretensión de justificar el boxeo como deporte porque nunca lo he considerado un deporte.
No hay nada fundamentalmente lúdico en ello; nada que parezca pertenecer a la luz del día, al placer. En sus momentos de mayor intensidad parece contener una imagen de la vida tan completa y potente -belleza de la vida, vulnerabilidad, desesperación, coraje incalculable y a veces autodestructivo -que el boxeo es la vida, y difícilmente un simple juego. Durante un combate pugilístico de altura (Alí-Fraizer I, por ejemplo) nos sentimos profundamente conmovidos por la comunión del cuerpo consigo mismo a través de la intransigente carne de otro. El diálogo del cuerpo con su
personalidad-sombra...o con la Muerte. El béisbol, el fútbol, el baloncesto: esos pasatiempos tan esencialmente norteamericanos son deportes de fácil reconocimiento porque implican juego: son juegos. Se juega al fútbol, no se juega al boxeo.
Carol Oates. Del boxeo
personalidad-sombra...o con la Muerte. El béisbol, el fútbol, el baloncesto: esos pasatiempos tan esencialmente norteamericanos son deportes de fácil reconocimiento porque implican juego: son juegos. Se juega al fútbol, no se juega al boxeo.
Carol Oates. Del boxeo
-Del boxeo. Joyce Carol Oates. Punto de lectura. 2012 (la primera edición en Estados Unidos es de 1987). Traducción de José Arconada. 192 páginas. 8 euros. Lo presto.