Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
Un misterioso sol amanecía.

José Hierro

sábado, 18 de octubre de 2014

El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción, de Vicente Verdú

Me acordé de este libro durante una tertulia improvisada que se dio en un viaje que hice hace un mes. Charlé de todo un poco con gente a la que apenas conocía, hablamos durante horas de política, de la crisis, hasta de Dios. Salió también el tema de la felicidad y de esa tendencia tan actual a huir de la tristeza y el desasosiego, pensamiento positivo creo que lo llaman. Internet está lleno de vídeos y artículos de coach y motivadores que proclaman que lo único aceptable es la alegría, que es imperdonable no ser feliz, que hay que apartar de nuestra vida a la gente triste o deprimida, que hay que huir como de la peste de las crudas realidades.  Cosas tan humanas como la melancolía o la angustia existencial (¿qué hubiera sido de la literatura, del cine, del arte en general sin la angustia existencial o el temperamento melancólico?) son estigmatizadas por estos gurús que ofrecen fórmulas para ser feliz previo pago de su importe.
 He visto muchos vídeos y leído varios artículos de los coach más alabados del país , y en mi opinión, ninguno dice o aconseja nada que no te pueda decir o aconsejar un buen amigo con sentido común tomando unas cañas en el bar de la esquina. El hecho de que estos fundamentalistas del flower power vendan perogrulladas como si fueran consejos de Catón no es lo peor, lo peor es que sentencien sin despeinarse que cada uno es el único responsable de su éxito o su desgracia; si la vida te va mal, si no encuentras curro, si no consigues lo que quieres, es por tu actitud negativa. Según ellos,  el éxito o el fracaso dependen únicamente de la persona,  independientemente de sus circunstancias personales, materiales y sociales.
En El estilo del mundo, Vicente Verdú analiza este y otros fenómenos de nuestro tiempo, fenómenos provocados por lo que él llama "capitalismo de ficción".  Leí este libro cuando se publicó en 2003 y lo he releído varias veces, sigue de plena actualidad, igual de fresco y revelador. No me canso de recomendarlo.

 
 
Nunca como hoy se había vivido una maquinaria envolvente tan empeñada en mostrar una felicidad al alcance de nuestras manos. No ser feliz en este mundo es hoy el auténtico pecado o, como decía Borges, “un error sin excusa”. Antes  éramos perdonados gracias a haber sufrido, pero ahora es injustificable o imperdonable no pasarlo bien.  La masificación democrática va unida a la obligación de la felicidad para todos y al júbilo que se considera propio de la cultura del niño. El dolor formaba la conciencia, fortalecía el cuerpo, depuraba los pecados, se ofrecía en canje como sacrificio por bienes procedentes del cielo, pero ahora el dolor ha perdido valor de cambio. Ha perdido funcionalidad para la ofrenda y sentido para la Revolución.
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De los norteamericanos es, significativamente, la invención del coach. El coach (acompagnement  profesionelle en Francia; “monitores de técnicas de relajación y desarrollo personal” en España) se ocupa de instruir mentalmente a los sujetos, uno a uno, a cambio de una tarifa y con la finalidad ayudarles a ser optimistas y realizar sus deseos. El coaching actúa como una especie de entrenamiento psíquico particular, al igual que se reciben instrucciones singularizadas para mejorar la forma física. […] Si usted desea experimentar una nueva vida, seguro y dichoso, no hace falta esperar: ahora, como los antiguos ángeles de la guarda, llegan los coach.

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Un coach puede parecerse a un director espiritual o a un comisario político de hace medio siglo, pero el coach no mistifica, no amonesta, no impone castigos ni fomenta la atrición. No promete nada que no se realice en esta vida y con beneficio tangible (profesional, económico, sexual). Cabe comparar un coach con un psicólogo de empresa, pero su labor es más directa, empírica y breve, porque su prestación no se entretiene en personas con problemas graves sino en “gente normal”, en “todo el mundo”. Es decir, trata a todo el mundo como personal de empresa.

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Los coach empezaron trabajando al lado de los yuppies y ahora tratan también a las amas de casa, los jubilados, los periodistas, los brokers. […]Uno de los fundadores del coaching, Thomas Leonard, afirma que en menos de cinco años, todos tendremos todos tendremos a nuestro lado un coach, una suerte de escolta para evitar la improductividad de la tristeza, el desasosiego del pensamiento crítico, la potencial algarada de la insatisfacción.     

-El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción. Vicente Verdú. Compactos Anagrama. 2006. 294 páginas. 9,90 euros. Lo presto.