Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
Un misterioso sol amanecía.

José Hierro

miércoles, 19 de febrero de 2014

1914


El domingo 28 de Junio de 1914 hacía un día soleado en Sarajevo, el archiduque de Austria Francisco Fernando y su esposa bajaron del tren y ocuparon sus asientos en un coche descapotable. Los conspiradores ya estaban entre la multitud provistos de bombas de mano, formaban parte de la Joven Bosnia , un grupo de fanáticos nacionalistas eslavos  dispuestos a asesinar y a sacrificar sus vidas y las de sus familias por la causa de la Gran Serbia.  Les movía el odio hacia el Imperio Austrohúngaro al que culpaban entre otras cosas de corromper a sus súbditos sudeslavos.  Mientras la comitiva avanza,  Nedeljko Cabrinovic  arroja una bomba contra el coche del archiduque. El conductor la ve venir y acelera, la bomba  estalla bajo el siguiente automóvil  resultando heridos varios pasajeros y espectadores. Nedeljko,  para evitar  ser atrapado  por la policía se traga una píldora de cianuro y se tira al río.  El archiduque envía un ayudante a averiguar lo sucedido y decide continuar con el programa. La comitiva continua hasta el ayuntamiento donde espera el alcalde para pronunciar un discurso de bienvenida.  El alcalde pronuncia su discurso tartamudeando y el archiduque saca sus notas para responderle. Los papeles están manchados con la sangre de un miembro de su equipo. Después del acto la comitiva decide acudir al hospital para que se atienda a los heridos.  Cuando los tres coches regresan por el mismo camino, el del archiduque frena al percatarse el conductor de que se ha equivocado de dirección, en ese momento Gavrilo  Princip aprovecha para subir al estribo  del coche y disparar a quemarropa al archiduque y a la duquesa. Princip intenta pegarse un tiro pero es reducido por algunos espectadores y detenido.
En las cinco semanas que siguieron al  atentado de Sarajevo Europa se convirtió en un carajal,  pasó de la paz a una guerra que implicó a todas las potencias europeas. El conflicto empezó el 4 de agosto enfrentando a las potencias centrales (Austria- Hungría y Alemania) con los aliados (Serbia, Rusia, Francia, Bélgica y Gran Bretaña), y en 1918 ya había implicado a treinta países. El atentado en los Balcanes encendió la mecha de un polvorín que se había ido llenando durante años.  Margaret MacMillan analiza en su ensayo 1914 De la paz a la guerra,  las causas que llevaron a una Europa que se llenaba la boca hablando de prosperidad, progreso y esperanza  a una guerra mundial que dejó 8 millones y medio de muertos, otros tantos de prisioneros y desaparecidos y 21 millones de mutilados y heridos.  Esto sin contar las cicatrizes que dejó  en el alma de los que combatieron en ella.
 
 
El imperialismo, el nacionalismo, el darwinismo social  y  la carrera armamentística fomentada por el militarismo y la industria son algunas de las causas que analiza la MacMillan en este ensayo. La historiadora se remonta a finales del siglo XIX para escribir una crónica sobre aquella Europa conflictiva, haciendo unas descripiciones fascinantes de los personajes clave y sus motivaciones. La autora no se conforma con la conclusión a la que se suele llegar cuando  se aborda la Gran Guerra “aquello fue inevitable”, y advierte de lo peligroso de dicha conclusión.  MacMillan habla de cómo Europa en crisis anteriores a la de 1914 e igual de graves , los líderes y  los pueblos estuvieron a la altura y apostaron por la paz. Aquello se pudo evitar, faltaron imaginación, coraje y también ganas.
Es curioso cómo las decisiones que llevaron a Europa a la guerra fueron tomadas por un grupo muy reducido personas, todas pertenecientes a la aristocracia y a las clases dominantes claro, y cómo en los momentos decisivos la voz de los que apostaban por la solución pacífica, entre ellas la del socialista y pacifista Jean Jaurés,  que fue asesinado en Francia por un exaltado nacionalista , fueron silenciadas  por las de los militaristas con ganas de dar rienda suelta a los arsenales que  habían ido acumulando durante años.  Los líderes políticos tuvieron que bregar con un factor nuevo: el desarrollo de la prensa de masas y de una opinión pública nacionalista que ejercía sobre ellos una presión desconocida hasta entonces. En este sentido, el internacionalismo socialista no consiguió ganar la batalla al nacionalismo, apunta MacMillan que si todos los obreros de Europa se hubieran unido, probablemente no habría habido guerra. Cuando las potencias empezaron a movilizar a sus ejércitos apenas hubo deserciones, algo que sorprendió a los jefes de los estados mayores, que tenían serias dudas de hasta dónde estaría dispuesto a comprometerse el pueblo por su país. Esperaban que un porcentaje importante de los movilizados no acudiera a la llamada y no fue así.
 
 Llama la atención cómo los políticos se plegaron en muchas ocasiones a las decisiones de las cúpulas militares de sus respectivos países, y cómo las circunstancias que llevaron a la guerra tuvieron que ver con valores tan mezquinos como el prestigio, el  honor y el  darwinismo social, que daba por sentado que era natural que las naciones más fuertes (las más aptas) sobrevivieran a costa de las más débiles. También tuvo mucho que ver en el asunto el odio irracional entre pueblos que tenían mucho común.  La casualidad y la mala suerte también hicieron lo suyo. Cuentan que Princip, después del primer intento fallido había renunciado a asesinar al archiduque, y que volvía a su casa cabizbajo cuando se percató de que el coche oficial, que se había perdido, paró cerca de él.  La crisis se desató en pleno verano, y esto hizo que algunos de los líderes que habían apostado durante años por la vía diplomática y por la paz no llegaran a tiempo desde sus lugares de vacaciones a los lugares donde se produjeron las reuniones decisivas.
La ciencia y la tecnología que tanto beneficiaron a la humanidad en el siglo XIX también tuvieron como consecuencia la carrera armamentística, armas con mucho mayor alcance y más sofisticadas convirtieron la primera guerra mundial en una guerra de trincheras. Cuando  los ejércitos de Francia y Alemania cavaron trincheras en 1914 para pasar el invierno, no sospechaban que no se moverían de allí hasta 1918. La artillería era demoledora y brutal,  y apenas permitía a las tropas avanzar o ver al enemigo. A pesar de los avances en el armamento,  todavía no contaban con tanques que pudieran romper el frente, ni con el apoyo de la aviación. Las bajas en ambos bandos se multiplicaban pero nadie avanzaba. La neurosis de guerra campaba a sus anchas por las trincheras.
Cuando uno indaga en nuestra historia no deja de sorprenderse de lo rápido que pasamos de la civilización a la barbarie en este jodido mundo.  El libro de Margaret MacMillan intenta responder a la pregunta de  por qué  también en 1914 pasamos de la paz al horror. Un ensayo esclarecedor, muy recomendable para cualquiera que tenga interés por la historia contemporánea.
Siempre que leo sobre la Gran Guerra me acuerdo de Senderos de Gloria de Stanley Kubrick, de esos planos secuencia de las trincheras que se estudian en las escuelas de cine. Otra obra maestra que sigue en plena forma. Burócratas y generales hacen la guerra en los despachos buscando méritos y laureles a costa de la tropa que es machacada en las trincheras. En esta película no vemos al enemigo ni una sola vez,  la épica brilla por su ausencia. Kirk Douglas se come la cámara con patatas fritas, y  la escena final en la cantina,  en la que la camarera canta para las tropas, es el cine en estado puro.  
 
Después de volver a ver Senderos de gloria me han entrado ganas de darle otra vuelta a Johnny cogió su fusil de Dalton Trumbo,  pero me lo he pensado mejor, demasiado para una sola tarde.
-1914 De la paz a la guerra. Margaret MacMillan. Editorial Turner. 847 páginas. 40 euros. Lo presto.