Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
Un misterioso sol amanecía.

José Hierro

sábado, 27 de octubre de 2012

No todo está en los libros

He participado en varios clubs de lectura y no vuelvo, no me gustó la experiencia. Habrá sido mala suerte supongo pero en los clubs de lectura en los que he estado siempre había alguien que prefería escucharse a sí mismo a escuchar al resto, algunas veces era uno de los participantes, otras, el propio coordinador de la cosa. Cuando le preguntaban a uno qué opinaba, qué le había parecido tal capítulo o tal personaje, ya estaba todo dicho, poco más había que añadir, la clase magistral ya estaba dada. En el último al que acudí, el acaparador era un pavo muy leído, muy esnob y muy pedante, era el primero en tomar la palabra y  cuando la soltaba, estaba tan sobada y refrita que no había quien volviera a cogerla.  Se había leído todo lo que no había vivido el tío y sacaba músculo claro, como los chulos de playa y piscina, éste en lugar de pasearse por  la orilla o el bordillo con el fardahuevos  exhibiendo bíceps y abdominales,  se paseaba por los clubs de lectura exhibiendo lecturas sesudas y  soltando monólogos, se tomaba muy en serio y le encantaba escucharse,  una rata de biblioteca que no había salido de su madriguera y  pensaba que todo está en los libros, en los museos y en las salas de cine en versión original,  menudo pájaro.  Soltó una frase…, no recuerdo el contexto ya,  pero cuando escuché aquello me vino una arcada, “qué se puede esperar de la gente que no tiene libros en su casa” dijo engolando la voz, pffff…resoplé fuerte para que me escuchara…, no volví a aparecer,  entre quedarme en mi casa leyendo o viendo una peli y perder la tarde escuchando a aquel moñas lo tuve claro. Desde aquello  no he vuelto  a participar en ningún  club de lectura,  prefiero hablar de libros conmigo mismo, aquí o tomando cervezas  con  amigos.
Lo de este pavo es el extremo de una actitud que he observado a menudo en gente leída, me refiero a los que piensan que leerse hasta el prospecto del okal, hasta los papeles rotos de las calles, les hace mejores en algún sentido, incluso superiores  a los que no leen. He escuchado gilipolleces varias al respecto; leer te hace mejor persona, la gente que lee es más feliz, todo está en los libros, el mundo sería mejor si todo el mundo leyera y demás eslóganes explotados por los planes de fomento de la lectura del ministerio de turno. Leer no  te hace mejor persona, abundan los hijos de perra leídos, ni más feliz, me consta, ni más listo, ni más inteligente, ni superior en ningún sentido, ni siquiera creo que sea  una necesidad humana como he escuchado y leído por ahí. He aprendido mucho de gente leída y culta pero también he aprendido mucho, probablemente más,   de gente que no ha leído un libro en su vida ni tiene intención de hacerlo.  Leer es bueno y recomendable por supuesto,  porque ayuda a entender el mundo y a formarse un criterio propio, pero sólo ayuda, nada más. Supongo que la literatura está sobrevalorada por los que leen y escriben e infravalorada por los que no lo hacen.  En el post anterior cité una frase de Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar,  “Mucho me costaría vivir en un mundo sin libros, pero la realidad no está en ellos, puesto que no cabe entera”. Los que piensan que todo está en los libros y que poco se puede aprender fuera de ellos  (conozco a varios)  se equivocan, para entender el mundo (para intentarlo al menos) además de leer, hay que patearse las calles y mezclarse, vivir,  escuchar al camarero que te pone la birra, al pescadero que  te limpia la trucha,  a la cajera del súper que te cobra la compra y sobre todo,  a la gente mayor, a los abuelos.
Los grandes novelistas del XIX, además de hartarse a leer y  frecuentar las tertulias literarias, se patearon los barrios bajos bebiendo en tascas de mala muerte, escuchando y observando al pueblo llano,  así parió Galdós Fortunata y Jacinta y Dickens Oliver Twist, por poner dos ejemplos.
Por qué leer y para qué, es otra historia, supongo que los lectores empedernidos necesitamos vivir otra realidad a parte de la nuestra, chutarnos una buena dosis de ficción en vena una vez a la semana.
El último chute que me he metido, ha sido la última novela de Rafael Reig,  Lo que no está escrito, un libro que mezcla y confunde realidad y ficción, y que da bastante caña al concepto de familia unida y tradicional, thriller y novela negra, desasosegante, sórdida y genial. Se nota que Rafael Reig, aparte de leer cantidad, se mezcla y se patea las calles. Os la recomiendo.