Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
Un misterioso sol amanecía.

José Hierro

domingo, 1 de julio de 2012

Ligero de equipaje

Hace años coincidí en la facultad durante un cuatrimestre  con un alumno inglés, estudiante de Filología Hispánica que estaba aquí de Erasmus. Era igual de cervecero que yo, o más incluso, así que hicimos buenas migas. Al principio se quejaba de lo fría que servían aquí la cerveza, pero luego le cogió el gusto y empezó a despotricar de lo calentorra que la ponían en su tierra. Las dos pasiones de Paul eran la cerveza fría y Antonio Machado, siempre llevaba encima la edición de Austral de  Poesías completas, y nos leía a mí y a otros compañeros en la cafetería de la facultad sus poemas preferidos en un español lamentable. Su favorito era Un loco (CVI de Poesías completas), le escuchábamos en silencio entre divertidos y admirados, qué huevos, pensaba yo, ni harto de whisky me pongo a leer a Shakespeare con mi Inglés de subsistencia recién llegado de Erasmus a una facultad inglesa. Cuando le llevaron de excursión a Soria vino entusiasmado, he paseado a orillas del Duero como Machado, qué paisaje tan poético me dijo con la mirada perdida y el tercio de Mahou cinco en la mano.  Yo rompiendo la magia le contesté que el Camino de San Saturio por el que paseaba Machado, la Ruta Machadiana que visitan miles de turistas  es un lugar bonito sí, pero que sería igual de poético que  la ribera del Henares si Machado no hubiera escrito Campos de Castilla. Paul siempre me decía que yo era un tío con suerte, porque al ser nativo español podía leer a Machado, a Cervantes y a Galdós sin traducir, o sin necesidad de tener que tirar de diccionario, como le pasaba a él. Siempre estaba con eso. Por mucho español que aprenda nunca sentiré lo que tú al leer Campos de Castilla, me decía…, ya, también te envidio yo a ti por poder leer a pelo a Dickens a Shakespeare y a Poe, así que estamos igual… ¿otra birra?, nunca decía que no el tío.
 Gran tipo Paul, cuando se volvió a Londres no iba ligero de equipaje como Machado precisamente, se llevó cuatro cajas de latas de Mahou cinco estrellas, un figura. Intercambiamos teléfonos y direcciones, nos prometimos llamarnos y visitarnos a menudo, y mandarnos postales por Navidad, y felicitarnos los cumpleaños, y ser amigos para siempre. No hicimos nada de eso. No he vuelto a saber nada de Paul, ni siquiera le he buscado por el Facebook, pero siempre que leo a Machado o me tomo una Mahou, me acuerdo de él. Probablemente será profesor de español en alguna academia, o en alguna facultad de letras, y seguro que leerá a sus alumnos en un español más que aceptable poemas de Machado.
Acabo de terminar “Ligero de equipaje”, la biografía de Antonio Machado que publicó el hispanista Ian Gibson en 2006. Apretarse una buena biografía de vez en cuando es muy saludable, sobre todo si están bien escritas  y son sobre gente a la que admiras.  Ésta de Machado está muy bien, he disfrutado como un gorrino en un maizal de lo que nos cuenta Gibson sobre la vida y obra del Poeta. Más que el tema de la creación literaria, o de la España que vivió Machado y de la que tanto se quejó, que también, me ha gustado el retrato de su vida. La vida del profesor de Francés ensimismado y melancólico, desterrado en provincias. Mientras leía sobre la vida de Machado me daba cuenta de que Machado fue como yo pensaba que fue cuando leía Soledades, o Campos de Castilla. Porque leer a Machado es casi como hablar con él, en sus libros de poemas está el hombre triste y solitario que era, “siempre buscando a Dios entre la niebla”, el hombre que admira la belleza de la naturaleza y en su soledad espera como "otro milagro de la primavera" el entusiasmo del amor. El amor, la soledad, la angustia existencial, la naturaleza, y la muerte, es lo que encontramos en los poemas de Machado. Poesía intima y personal, sobre todo en su primera etapa, pero que trata  temas universales.
Machado escribió su poema retrato, que abre Campos de Castilla, en 1906, cuando tenía treinta y un años, más o menos en la mitad de su vida. Así fue Machado, como el mismo nos cuenta; "bueno en el buen sentido de la palabra", ni Bradomín ni Mañara, o sea que no se comió un colín en su vida el hombre,”ya conocéis mi torpe aliño indumentario”, con un punto de rebeldía, pero sin ser fanático ni radical, “Hay en mis venas gotas  de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno”,  escéptico y reflexivo, “a distinguir me paro las voces de los ecos, y escucho solamente, entre las voces, una”, ensimismado “converso con el hombre que siempre va conmigo”, y austero.
 Machado se fue como vino, con lo puesto, llegó al pueblecito francés de Coilloure al final de la Guerra Civil, huyendo del avance de los nacionales que acababan de tomar Barcelona. Allí le acogieron por caridad y por respeto en un Hotelillo,  junto a su madre y su hermano José, y allí murió, pobre, pero  sin deberle nada a nadie, al contrario, dejándonos a nosotros en deuda con el por los libros de poemas que  nos escribió,  “Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca a de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.”



La vida de Machado fue bastante perra, no vivió de su poesía, de hecho las editoriales le pagaban siempre tarde y mal sus libros. Opositar a la cátedra de francés fue una salida en busca de cierta estabilidad económica. Algo que yo no sabía y que me ha parecido curioso, es que en tiempos de Machado no era necesario tener una carrera para opositar a profesor de secundaria, bastaba con ser bachiller (el bachiller de antes no es el bachiller de ahora claro), de hecho Machado empieza la carrera de Filosofía y Letras con cuarenta años y la termina con cuarenta y tres. Machado tampoco tuvo suerte en el amor, se casó con Leonor cuando él tenía treinta y un años y ella diez y seis, la felicidad le duró poco, a los dos años Leonor muere. Años después conoce a la poetisa Pilar de Valderrama (según ella la Guiomar de los poemas de Machado), y se enamora como un adolescente, una historia  bastante sórdida, que Gibson cuenta con bastante detalle aportando algunas cartas, parece  que la Valderrama no correspondía al poeta, lo suyo era más admiración por la figura literaria, que amor apasionado. Pobre Machado.
Siempre quiso conseguir el traslado a Madrid, donde en las tertulias, y las revistas se cocía la vida literaria, nula en Soria y en Baeza donde se sentía un desterrado. Lo más que consiguió fue un traslado a Segovia en 1919, esto al menos le permitió bajar a Madrid los fines de semana. Fue ya en 1931, con el advenimiento de la República cuando consigue plaza en el Instituto Calderón de Madrid.

Este es el Camino de San Saturio, por aquí paseaba Machado los años que estuvo de profesor en Soria. El cuadro es de Jesús Paredes Perlado, un pintor Soriano, os recomiendo entrar en su página web, tiene cuadros de paisaje castellano que son una maravilla. http://www.jesusparedes.es/
Menos mal que a su pesar, a Machado le dieron plaza en Soria cuando consiguió sacar las oposiciones, si se hubiera quedado en Madrid que es lo que él quería, no habría paseado a orillas del Duero, ni por las calles de la vieja Soria en una noche de verano “sólo, como un fantasma”,  ni habría conocido a Leonor, ni habría escrito Campos de Castilla, uno de los mejores libros de poemas que se han escrito en castellano.
Machado era un republicano convencido, así que cuando estalla la Guerra Civil se adhiere a la causa republicana, y colabora en su propaganda con muchos artículos prácticamente hasta su muerte. A su hermano Manuel, también poeta, le pilló el levantamiento en Burgos, zona nacional, allí se quedó y acabó colaborando con los rebeldes. Sobre el papel de los escritores y poetas de uno y otro bando durante la Guerra Civil, hay un libro que no me canso de recomendar, Las armas y las letras de Andrés Trapiello.
Ahora estoy leyendo el Juan de Mairena (sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo), Juan de Mairena es el otro yo de Machado, su yo filosófico como le gustaba decir a él, un poeta, profesor y filósofo que se inventó  para poder escribir con cierta distancia sobre los temas que le preocupaban. 
Una de las cosas que más me gustan de Juan de Mairena, es la actitud interrogativa y reflexiva que intentaba inculcar en sus alumnos del instituto, fomentándoles insistentemente el pensar por sí mismos. El alter ego de Machado hace hincapié en sus clases en la importancia de formarse un criterio propio, para conseguir esto, Mairena aconseja a sus alumnos someter a la reflexión los lugares comunes, lo banal, y las opiniones uniformadas. También les inculca el respeto al otro, y a su manera de pensar, se trata de dialogar, no de imponer el criterio de uno.  Qué grande Mairena verdad, bueno, qué grande Machado claro. ¿Harán esto ahora los profesores de instituto?, seguro que lo intentarán. Ahora es más difícil que en tiempos de Machado tener criterio propio. Acosados como estamos por la información que nos llega por todas partes, información que obtenemos a golpe de ratón y que asimilamos sin filtrar, sin someterla a la reflexión o al contraste, aceptándola como buena o mala sin más, según se ajuste o no a nuestra manera de pensar. Cómo fomenta ahora un profesor esa actitud reflexiva, esa formación del criterio, a chavales de doce a dieciséis años nativos digitales. Suerte profes, tenéis el cielo ganado si lo conseguís, sólo el hecho de intentarlo os honra.
Os dejo ya, que esto se alarga, y quiero seguir dándole a Juan de Mairena. A los que leen poesía, ¿hay alguien ahí?, y leéis a Machado, os recomiendo que os metáis entre pecho y espalda Ligero de equipaje de Ian Gibson, lo vais a pasar bien, creo que ya está en edición de bolsillo.  A los que no habéis leído poesía jamás, os recomiendo que le echéis un rato a Campos de Castilla, o a Soledades, acercaros a la biblioteca municipal, y os saldrá la cosa gratis, o iros a cualquier librería y compraros la edición de bolsillo de Poesías Completas. Sale muy barato ser feliz durante un rato. Machado es un poeta muy agradecido, siempre apostó por la claridad, por la palabra directa y sencilla, humana y profunda. Os dejo un ejemplo.
Cómo escribir sobre el dolor puede ser tan claro y tan hermoso.

Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.