Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
Un misterioso sol amanecía.

José Hierro

domingo, 20 de mayo de 2012

Dickenslandia


Leyendo un artículo sobre el bicentenario de Charles Dickens, me he enterado de que hace tres años abrieron cerca de Londres un parque temático llamado Dickens World, un Dickenslandia que recrea el viejo Londres victoriano de las novelas del célebre escritor. Con sus calles, sus chabolos, su río pestilente, su niebla, sus efectos especiales y sus actores disfrazados de Oliver Twist, el viejo Fagin, Scrooge, y los Cooperfield. Sin olvidar a policías, raterillos, condenados, rameras, y otra gente de mal vivir que tanto le gustaba a Dickens meter en sus novelas. Tampoco faltan los números musicales,  los restaurantes y las tiendas de merchandising claro. Lo venden como la inolvidable experiencia de entrar en el universo Dickens.  La inversión fue de 80 millones de libras, un pastizal que ya habrán amortizado, porque el parque por lo visto se peta.
La apertura del parque tuvo su controversia como os podéis imaginar. Por un lado estaban los puristas, los escritores, los profesores de literatura, los intelectuales, la gente de letras en general. Estos hablaban de una banalización del escritor y su obra, y acusaban a los magnates de la industria del entretenimiento de fomentar lo superficial lo vulgar y lo mediocre. Por otro, los magnates de la industria del entretenimiento, argumentaban que era una buena forma de acercar la figura de Dickens al público en general, no sólo a los niños, (en esto del público en general insistían bastante), y acusaban a los puristas de esnobs, elitistas, culturetas, pedantes y otras lindezas por el estilo. Probablemente tienen razón, el tema tampoco es como para rasgarse las vestiduras. Mientras no sustituyan las bibliotecas por parques temáticos de escritores la cosa no es tan grave ¿os imagináis un Cervantesworld o un Galdoslandia?, mejor no dar ideas.

Esto me ha recordado un libro muy recomendable titulado "El estilo del mundo" en el que Vicente Verdú habla entre otras cosas de la industria del entretenimiento, y de esa consigna tan de moda que es "divertirse hasta morir". Verdú lo llama infantilización de la cultura, esa tendencia cada vez mayor de fusionar cultura con entretenimiento y diversión a tope. Para qué leer las novelas de Dickens, si puedes vivirlas y sentirlas todas juntas en cartón piedra durante unas horas. Leer es aburrido, Dickenslandia es entretenido, y además rápido. Porque de lo que se trata es de sentir y emocionarse sin comerse el tarro, sin que nos masquen la chapa, sin tener que leerse un tocho de seiscientas páginas, leer cansa, reflexionar es agotador.
Me pregunto qué sentido tiene viajar a Dickenslandia, pudiendo leer y releer en casa las novelas de Dickens. Yo no cambio un día pagado en Dickenslandia por una tarde en el sillón de mi casa leyendo David Cooperfield.  Seguro que por el precio de una entrada te puedes comprar en bolsillo, OliverTwist, David Cooperfield, Grandes esperanzas y Canción de navidad. Y si te vas a la biblioteca municipal del barrio te sale el viaje gratis. Además Dickens lo ponía  fácil, era un seductor, sabía cómo atraparte desde la primera página con sus personajes y sus tramas. Sus novelas están escritas con sencillez pero sin ser simples o superficiales. Dickens es de los que no necesita ponerse críptico para profundizar. Es cierto que se pone demasiado sentimental a veces, pero yo soy un sentimental y eso me gusta. Sus novelas están llenas de humor y fina ironía, este recurso lo utilizaba Dickens para denunciar  la injusticia social de la Inglaterra victoriana que le toco vivir. Oliver Twist es una novela sobre los olvidados, sobre los suburbios, sobre el sumidero de la ciudad de Londres.

Aquí Dickens en su escritorio pegando una cabezadita. El cuadro se llama "Dickens´s  Dream" y lo pintó un tal William Buss en 1870. Mola.

Con Dickens pasa como con Galdós. Cuando uno lee Oliver Twist o Fortunata y Jacinta,  parece como si tuvieran una maqueta del Londres o del Madrid de su tiempo  junto al escritorio, con la gente a escala y todo. Una maqueta a la que se acercaran de vez en cuando mientras escribían para ver qué pasaba por las calles de la ciudad, y en la que pudieran  levantar los tejados de las casas para ver lo que ocurría en las cocinas, en las buhardillas, en los cuchitriles, en los salones, en las tabernas y en los cafés. Para ver lo que le pasaba a la gente en su día a día, en su vida cotidiana. Dickens, como Galdós, escribía sobre la gente, sobre lo que les pasaba por dentro y por fuera.
Muchas novelas de Dickens se han llevado al cine. Yo me quedo con la adaptación de David Cooperfield de George Cukor, creo que es de 1935, y con la de Oliver Twist de David Lean que es de 1948, la adaptación de Roman Polanski de 2005 también está muy bien. Luego está Los Olvidados, que yo la veo como un Oliver Twist pero a la manera de Buñuel claro, qué gran película.
 Yo empecé mal con Dickens porque leí Oliver Twist en una edición traducida bastante mala. Fue cuando descubrí que una mala traducción puede joder  un gran libro, y que los que no sabemos idiomas y nos gusta leer tenemos que estar al loro con lo de las traducciones, o eso o aprender idiomas claro, yo llevo aprendiendo inglés treinta años y no paso del nivel medio, dentro del nivel medio hay un margen de cojones ya sabéis, yo estoy al principio, lamentable.

El año pasado me regalé David Cooperfiled de la editorial Alba, traducida por Marta Salís, con las ilustraciones originales de Phiz. Un lujo, me costó 38 eurazos, más o menos lo que debe costar entrar en el Dickenslandia de cartón piedra. Leer David Cooperfiled hundido en el sillón, eso sí que es vivir a Dickens. Lo tengo aquí, es un buen tocho, el primer capítulo  empieza así…
















¿A que es difícil dejar de leer un libro que empieza así?, esto no lo supera el Dickenslandia con su cartón piedra.